Este ensayo es una presentación de la historia de las relaciones Cubano-Israelíes. El énfasis se concentra en el periodo posterior a 1959, a partir del triunfo de la revolución cubana, pero el trabajo comienza presentando los antecedentes de dicha fase. Al final, se presentan propuestas de interacción bilateral que mitiguen la naturaleza conflictiva del diferendo entre los dos países en la diplomacia multilateral.
Los antecedentes históricos de las relaciones entre el movimiento sionista, y Cuba evidencian la mayoritaria solidaridad del pueblo cubano con la creación de un Estado nacional judío en Israel. Esta investigación demuestra como los diferentes segmentos de la política nacional apoyaron dicho proyecto, con la excepción de reducidos grupos fascistas judío-fóbicos o de emigrados árabes activados en los meses previos a la votación de partición en 1947. El hecho que el mayor apoyo al sionismo en la isla proviniera de la izquierda, tanto en sus variantes comunista como nacional- populista reviste particular importancia, dados los orígenes ideológicos del gobierno cubano actual.
El periodo 1959–1967 es concebido como maduración de una formulación estratégica basada en los intereses vitales nacionales.1 La doctrina de no alineamiento en política exterior como búsqueda de relaciones mutuamente ventajosas con todos los estados del mundo, independiente de sus posiciones hacia otros entes del sistema internacional se expresó en la política cubana hacia el levante en relaciones paralelas con Israel y los países árabes. Cuba promovió en esos años, sus propios intereses vitales nacionales, independiente de las posiciones de Washington, Moscú, Argel o El Cairo.
En el estudio del vínculo bilateral Cuba-Israel adoptamos en este caso una tipología de cuatro categorías fundamentales: amigo, neutral, rival y enemigo. Estas categorías describen interrelaciones. En los extremos, las condiciones de aliado y enemigo describen percepciones construidas alrededor de identidades ideológicas. La ideología en política exterior expresa preferencias de los estados por determinado orden político, existente o propuesto.2 Esa preferencia por un orden específico tiene dimensiones nacionales e internacionales. Las categorías de enemigo y amigo no excluyen matices pero tienden a ser unidimensionales. En contraste, las identidades de neutral y rival son por naturaleza más plurales y permiten disonancias entre los componentes bilateral y multilateral de la diplomacia.3
Entre 1959 y 1967, el vínculo bilateral Cuba-Israel alcanzó su clímax histórico. Para contextualizar el vínculo bilateral valga señalar que Cuba e Israel se asignaron respectivamente un bajo nivel de prioridad y que desde 1959 pertenecieron por identidad a bloques rivales del sistema internacional. El contexto internacional y las alianzas que en el se desarrollan influyen pero no agotan la especificación de imágenes de política exterior. En ese sentido los estados se perciben mutuamente en múltiples roles. Israel y Cuba se perciben en el periodo como aliados de sus respectivos enemigos pero también como socios económicos, con algunas afinidades políticas y centros de asentamiento de poblaciones identificadas con sus respectivas naciones.
Dadas las contradicciones entre las alianzas de ambos países en la guerra fría y la baja prioridad de los vínculos bilaterales para sus respectivas cancillerías, las relaciones entre Cuba e Israel entre 1959 y 1967 fueron extraordinariamente positivas. En nuestras recomendaciones, tomamos el periodo como referencia para una reanimación de la relación diplomática y consular, que no necesariamente incluya un cambio de identidad de ninguna de las partes.
La ruptura de relaciones de Cuba con Israel en 1973 fue un acto excepcional de la política exterior cubana. Nuestra tesis central sostiene que las variables fundamentales que explican la ruptura de relaciones en 1973 son: (1) la lógica de poder y las normas existentes al interior de la alianza socialista; y (2) el poder árabe para redefinir el no alineamiento en forma tal que el mismo en relación al Medio Oriente pierde su sentido. Ser “no alineado” a partir de la Cumbre de Argel implicó un alineamiento automático anti-israelí.
Es sintomático que el liderazgo cubano nunca ha invocado el interés nacional para justificar sus posiciones anti-israelíes. Fue una aspiración pragmática a liderar el movimiento no alineado, no principios revolucionarios ni intereses nacionales, lo que hizo a Cuba a aceptar una norma de no alineamiento en la que subordinó sus intereses sin reciprocidad. En Argel, en 1973, Cuba no solo renunció a una relación saludable con el estado de Israel sino también se subordinó a dobles estándares sobre su política exterior dictados por las coaliciones árabes en los organismos multilaterales. Antes de la ruptura, Cuba había defendido su vínculo con Israel sobre la base de que no colaboraba con la estrategia estadounidense de aislarla, que sostenía relaciones con todos los estados sobre la base de la reciprocidad y el interés mutuo y ultimo pero no menos importante, que los países árabes que pedían a Cuba romper relaciones con Israel usaban un doble estándar, pues ellos no rompían relaciones con los enemigos de Cuba.
El trabajo discute la etapa de mayor activismo de la diplomacia cubana en su diferendo con el Estado de Israel (1973–1989). Se sostiene que la no existencia actual de relaciones diplomáticas entre los dos países obedece menos a limitaciones dictadas por las alianzas internacionales de ambos que a la inercia de hostilidad creada por tres décadas de injustificada hostilidad.
Tal situación es sub-óptima. Es disonante con la posición general expresada por los dos estados contra el uso de sanciones, bloqueos y la existencia de dobles estándares en áreas como membresía en grupos regionales o derechos humanos.4 De igual forma se destaca la contradicción de que países árabes entre los que exhortaron la ruptura, algunos sin cambiar sus líderes, tengan hoy una relación más estable y formal con Israel que Cuba. Resulta también contradictorio que el nivel de las relaciones diplomáticas y consulares entre Cuba e Israel sea inferior al nivel institucional (secciones de intereses) existente entre Cuba y EE.UU.
Finalmente se discute el estado actual de no relación, así como los nuevos elementos que cambiaron la dinámica de los vínculos bilaterales a partir de 1989. En este sentido se apuntan la conveniencia de una aproximación gradual en temas nobles (cultura, negocios, deportes, migración) así como el establecimiento de relaciones consulares como factor mitigador de hostilidad y manejo institucional de conflictos.
ANTECEDENTES
La votación cubana en 1947 contra la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), aprobando la creación del estado de Israel, ha sido presentada por algunos como representativa de la oposición cubana al ideal sionista. No han faltado quienes han visto en la posición del gobierno Grau una especie de posición nacionalista y oposición a los dictados de Washington.5
Además de trasplantar en el tiempo la alianza estratégica desarrollada entre EE.UU. e Israel en los años 60, tal hipótesis asume fuera del contexto histórico que la Administración Truman tenia la creación del Estado de Israel como un objetivo prioritario y que los gobiernos auténticos cubanos andaban a la caza de argumentos para demostrar independencia de los Estados Unidos. Además, tales enfoques ignoran múltiples evidencias de solidaridad cubana con la causa sionista y el repudio a la posición del gobierno de Grau por diferentes partidos políticos y grupos sociales, incluyendo fundamentalmente la izquierda nacional. El voto contra la resolución 181 de la AGNU fue una excepción histórica.
No es este el espacio para describir la historia del apoyo cubano al sionismo como movimiento de liberación nacional judío. Sin embargo, una referencia a los orígenes históricos de la solidaridad cubana con Israel es útil para entender sentimientos que subsisten en Cuba, más allá de los excesos de la propaganda oficial antisionista y la labor de influencia sin balance de las embajadas árabes en La Habana. Claro que la comprensión por la justicia de la causa sionista entre el pueblo cubano existe sin perjuicio del respectivo respeto por la historia y la cultura árabes y la solidaridad con los legítimos derechos del pueblo palestino a crear su propio estado independiente en Gaza y la margen occidental del Jordán.
Nada más difícil que remover un sentimiento de Cuba si comienza con su más grande genio político, José Martí. El apóstol de Cuba conocía muy bien la historia del pueblo hebreo a través de sus lecturas bíblicas y la experiencia de convivir con las comunidades judías en EE.UU., especialmente en New York.6 Incluso años antes de que Teodoro Herzl hubiese creado el movimiento sionista en Basilea en 1896, Martí remarcó su admiración por la celebración de Januca en Nueva York, en la que los judíos expresaban con su asistencia en las sinagogas su esperanza de retorno a la tierra perdida. Varios activistas sionistas se sumaron a la causa de la libertad de Cuba, entre ellos, el abogado y cabildero judío Horacious Rubens, figura central en la promoción de la resolución conjunta, documento clave en la lucha de Cuba contra la anexión.7
Los años de la segunda guerra mundial fortalecieron entre la comunidad judía y la opinión pública cubana el apoyo a la solución sionista para el problema hebreo. En el Frente Nacional Antifascista, que agrupaba a políticos de todas las tendencias pero era predominantemente de izquierda, así como en los predios de la Universidad de la Habana, se adoptaron posiciones favorables a la creación del estado de Israel desde mediados de los años 40. Los principales medios de prensa del país con la excepción del Diario de la Marina, de tendencia falangista, respaldaron la creación del estado judío.
Siguiendo instrucciones de la Agencia Judía, los sionistas cubanos crearon en 1944 el comité Pro-Palestina Hebrea, para alistar a sectores de la política, el periodismo y la intelectualidad en apoyo a la creación de Israel. Entre las figuras nacionales que descollaron resaltó el senador Eduardo Chibás. La solidaridad con la causa sionista fue reafirmada cuando Chibás creó el Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo) en el que figuras como José Pardo Llada, Manuel Bisbé y Luis Orlando Rodríguez reafirmaron dichas posiciones. La causa sionista fue respaldada también por sectores de izquierda en el partido autentico, el partido comunista e independientes de izquierda. Ofelia Domínguez, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Angel Alberto Giraudy, y Fernando Ortiz entre otros, declararon su apoyo a la creación del estado de Israel.8
Los informes de la Agencia Judía entre los años 1946 y 1948 revelan balances positivos de entrevistas sostenidas por sus funcionarios Moshe Tov y Rachelle Sefaradi- Yarden con una larga lista de funcionarios que incluye desde el presidente Grau, hasta cancilleres del periodo como Inocente Álvarez, Ernesto Dihigo, González Muñoz, o el subsecretario de Estado Ángel de la Solana. Cuba presentó una ponencia en la conferencia de Dumbarton Oaks sobre el derecho a la vida del pueblo hebreo en la que reconoció el derecho hebreo a una patria. En octubre de 1945, el senado cubano ratificó por unanimidad un acuerdo de 19199 que proclamaba el respaldo cubano a la Declaración Balfour.
Sin embargo, Cuba fue el único país latinoamericano que votó contra la partición. El primer ministro Antonio de Varona explicó que el partido auténtico suscribía el principio de “no intervención y rechazaba la división de un país solo para complacer una minoría.” 10 Que el “principio” no era tal quedó demostrado cuando el gobierno cubano no se opuso a la partición de India y Pakistán. Varios académicos y protagonistas de los hechos denunciaron corrupción del embajador Guillermo Belt y el presidente Grau, recibiendo favores y traficando influencias con la delegación Saudita11 o subordinándose a los sectores más reaccionarios del departamento de Estado.
El voto del gobierno de Grau contó apenas con el magro respaldo de dos organizaciones marginales del sistema político cubano. El único grupo político que respaldo la posición del gobierno fue la Liga Nacional de Trabajadores Anti-comunistas cuyo líder Enrique Trinchet acuso a Israel de ser “anticristiano y antidemocrático.” 12 El carácter racista y antisemita de esa organización de por si descalificó tales pronunciamientos. El vínculo de esta organización con el congresista del partido auténtico Primitivo Rodríguez le proporcionó acceso directo al presidente Grau, sin embargo Rodríguez no representaba la mayoría del partido auténtico que nunca endosó el voto contra la partición.13
El Comité Pan Árabe de Cuba, constituido en septiembre de 1947 fue la única agrupación social que se opuso a la creación del estado de Israel. Sus líderes, Antonio Faber y Pedro Khouri procuraron sin éxito una resolución auténtica contra la partición. Este comité, antecedente de la actual Unión Árabe de Cuba, se convertiría un factor de presión en la política cubana hacia Israel. Entre sus actividades más celebres estuvo la edición cubana de los “Protocolos de los sabios de Zion,” un libelo de propaganda zarista antisemita. Tales acciones y la presencia en sus actividades de simpatizantes del eje fascista afectaron sus relaciones con los sectores progresistas del país.
La fuerza de las posiciones sionistas en la población cubana fue reconocida finalmente el 14 de enero de 1949, a menos de un año de creado el estado de Israel, cuando el gobierno cubano reconoció al estado judío en declaración del ministro Carlos Hevia con la presencia del representante del gobierno israelí, Dr. Salomón Rosenthal. El 11 de mayo de 1949, Cuba votó favorablemente a la resolución 273 de la Asamblea General que admitió a Israel como miembro pleno de las Naciones Unidas.
La presencia en Cuba de una nutrida población judía de cerca de quince mil personas y la emigración hacia Israel de algunos de sus miembros más militantes, contribuyó a la apertura de relaciones consulares en 1952, siendo Sender Kaplan, el primer cónsul honorario de Israel en La Habana. Tal desarrollo contribuyó a la apertura de relaciones diplomáticas en 1954, con rango de legación, cuando el entonces ministro israelí en México, Joseph Kessari, presento sus cartas credenciales al gobierno del dictador Fulgencio Batista. Cuba, por su parte abrió su representación en Israel por medio del ministro plenipotenciario Olmo Orizondo en 1957.
En términos de identidad, la relación cubano-israelí era en el plano multilateral, de neutralidad y en el bilateral, de amistad de bajo perfil. Ni el gobierno del presidente Prío, ni del dictador Batista mantuvieron una política activa en el conflicto árabe-israelí. Cuba adoptó una posición neutral procurando evitar decisiones que perjudicaran sus relaciones con uno u otro campo. En 1958, el embajador Emilio Núñez Portuondo explico que “Cuba aceptó el veredicto de la gran mayoría, reconocimos al estado de Israel, y con el mantenemos cordiales relaciones diplomáticas como también con todos los países árabes.”14
Durante la década de los 50s las actividades mas importantes entre los dos países estuvieron vinculadas a la emigración de judíos cubanos a Israel, el apoyo financiero de sectores de la sociedad cubana al estado judío y el desarrollo de algunas actividades en Tel Aviv a propósito del centenario del natalicio de José Martí. En Israel, el fondo nacional judío sembró el bosque José Martí15 y desarrolló varias actividades en honor al apóstol de Cuba en las que participó mayormente la comunidad latinoamericana radicada en el país. El presidente Yitzhak Ben Zvi dirigió un mensaje al pueblo de Cuba a propósito del centenario martiano. El consulado de Israel en la isla auspició una actividad de recordación martiana en conjunto con las instituciones hebreas teniendo al antropólogo Fernando Ortiz como su principal orador.
En 1959, al triunfar la revolución, las relaciones entre Cuba e Israel eran positivas pero de bajo perfil. Israel tenía una limitada presencia diplomática en Centro América y el Caribe: una embajada en México y algunos consulados, mayormente honorarios en otras repúblicas. Cuba, por su parte, tenía una sola embajada en el Medio Oriente, en Cairo, Egipto. El triunfo revolucionario fue recibido con simpatía por la población latinoamericana en Israel, y en especial por los cubanos emigrados, mayormente de tendencia sionista socialista, quienes habían tenido vínculos con el nuevo primer ministro Fidel Castro a través de la juventud ortodoxa. El gobierno israelí, por su parte, no había desarrollado ninguna relación especial con la dictadura batistiana, que incluso condenó las acciones de Israel, Francia e Inglaterra a raíz de la crisis de Suez en 1956.
El periodo revolucionario
El triunfo de la Revolución en 1959 inicio una transformación radical de las estructuras económicas y políticas cubanas. El nuevo estado revolucionario enarboló como principio establecer relaciones independientes con todos los países, que respetaran su autodeterminación. Tal definición no estableció condiciones sobre el sistema económico-social, alianzas internacionales o régimen político imperante en los países con los que se establecían relaciones políticas o comerciales, mutuamente beneficiosas.
En 1959, Israel saludó el nuevo gobierno que gozaba de la simpatía mayoritaria de la comunidad hebrea en Cuba y de la población israelí de origen cubano. Muchos de los lideres del movimiento 26 de Julio habían iniciado su carrera política en la juventud y el partido ortodoxo, la organización política cuyo líder Eduardo Chibás había sido hasta su muerte, el mas firme aliado de la causa sionista en Cuba.16 El primer gabinete revolucionario incluyó un judío por primera vez en la historia cubana en la figura de Enrique Oltuski, Ministro de Comunicaciones. Aunque tal acto no estuvo destinado a otorgar representación comunitaria sino respondió a las credenciales políticas del nombrado, 17 el fino olfato israelí interpretó su designación como expresión de ausencia de antisemitismo en el liderazgo revolucionario. En general los nuevos líderes habían desarrollado su labor política en el seno de grupos de una izquierda, que por aquel entonces simpatizaba con el estado de Israel.18
La ambigüedad ideológica de la revolución cubana y del estado israelí en los años 1959 y 1960 ofreció oportunidades para dinamizar el vínculo bilateral. Varias personalidades sionistas, que a la vez simpatizaban con la revolución cubana, usaron sus contactos para construir un vínculo de amistad entre Cuba e Israel. En este sentido se menciona a Isaac Silver, compañero de estudios en la universidad de Fidel Castro, amigo de Carlos Rafael Rodríguez y líder de la sección cubana del grupo sionista socialista Hashomer Hatzair.19 En ese orden, se ubicó la visita a Cuba para la celebración del primer aniversario del 26 de Julio de David Mitrani, miembro del Hashomer Hatzair en México, donde entabló amistad con Ernesto Guevara. Mitrani trajo un mensaje a La Habana del embajador israelí en México expresando disposición a mejorar las relaciones entre los dos países. Mitrani ha expresado que el Che tuvo una reacción positiva.20
La más importante de esas personalidades fue el embajador cubano en Israel, Ricardo Subirana Lobo (también conocido por su nombre alemán Richard Wolf). Subirana tenía ya 73 años cuando triunfó la insurrección de Castro, a la que había apoyado desde sus posiciones de sionista de izquierda. Según Maritza Corrales, Subirana rechazó la posición de ministro de finanzas para solicitar ser designado embajador cubano en Israel, puesto que desempeño desde 1961 hasta la ruptura de relaciones diplomáticas. “Exactamente como prometió a Fidel, la embajada cubana fue enteramente pagada por él, incluyendo los salarios y costos de representación.”21
La relación israelí con Cuba revolucionaria fue concebida en Tel-Aviv como parte de una política de contactos con el mundo postcolonial, y de afinidad socialista. Al decir de Ioel Barromi, diplomático enviado a abrir la legación israelí en 1960, “me sentí enviado por un gobierno socialista, el gobierno de Israel, para ayudar a Cuba a volver a la órbita del socialismo democrático.”22 Lógicamente, entre los más opuestos a esa relación constructiva con el sionismo de izquierda estaban los judíos comunistas cubanos, cuya organización, la Unión Popular Hebrea, estaba entre los sectores más influidos por la orientación moscovita de una parte del Partido Socialista Popular.23
Como sus políticas se hicieron en la Habana y Tel Aviv no en Washington, Moscú o El Cairo, Cuba e Israel percibieron posibilidades de cooperación más allá de sus alianzas. Tal independencia de criterios se combinó con una postura asertiva de ambos gobiernos que presentó las relaciones bilaterales como un hecho consumado. En menos de un año de proclamado el nuevo gobierno revolucionario, ambos países abrieron respectivas misiones permanentes, en Tel Aviv a cargo de Ricardo Subirana Lobo y en la Habana, dirigida por el doctor Yoachim Prato. Los enemigos del vínculo tenían el reto de oponerse a una relación establecida, no a un proyecto por concretar.
Es cierto que entre 1959 y 1961 ni las relaciones de Cuba con la Unión Soviética y los árabes eran tan estrechas como lo fueron después, y que la alianza de Israel con EE.UU. no se había consolidado al punto de lo que es hoy. Sin embargo, los elementos fundamentales que generaron las políticas independientes de cooperación hay que buscarlos en las identidades nacionalistas de los actores. Las diplomacias israelí y cubana fueron creativas, no descalificaron sus respectivas contrapartes, ni actuaron como si la política internacional de la guerra fría fuera un juego de suma cero.24
La relación bilateral fue percibida como símbolo de independencia. Sin abandonar sus identidades primarias, Israel, como país regido por un partido socialdemócrata en el mundo capitalista, y Cuba, como país comunista regido por un líder nacionalista, ambos estados se esforzaron por separar un vínculo bilateral de amigos de una diplomacia multilateral de rivales. Israel asumió hacia Cuba una actitud más amistosa que la de varios países de Europa Occidental para fomentar proyectos de colaboración. Cuba, por su parte, incluso en los momentos de crisis, tomó distancia del lenguaje genocida contra Israel que expresaban sus aliados multilaterales. En 1967, incluso después de la guerra de los seis días, Fidel Castro criticó la posición árabe: “Los verdaderos revolucionarios nunca amenazan con exterminar todo un país…Ese tipo de propaganda ayuda a los líderes israelíes a movilizar el patriotismo de su pueblo.”25
La existencia de misiones diplomáticas fue un valladar frente a las fuerzas que atentaban contra la relación bilateral. Con la anuencia de ambos gobiernos se promovieron asociaciones de amistad en los dos países, organizando un público interesado en que la relación bilateral prosperase. El vínculo diplomático mitigó la virulencia de los ataques de prensa y los actos protocolares generaron signos de moderación. Por ejemplo, la declaración de tres días de duelo por la muerte del presidente israelí Yitzhak Ben Zvi, un acto estrictamente protocolar, comunicó un tono de normalidad a la relación cubano-israelí que fue altamente apreciado por el gobierno en Tel Aviv. También el periódico Revolución publicó reportajes sobre visitas a Israel en los que alababa desarrollos positivos en los kibbutz, la existencia de organizaciones de simpatizantes con Cuba, etc.
La cooperación bilateral derramó moderación sobre la rivalidad multilateral. Aunque cada país votó con sus aliados internacionales, y fue circunscrito por las dinámicas de sus alianzas, la comunicación diplomática y los beneficios del vínculo bilateral disminuyeron los tonos de hostilidad. Los diplomáticos cubanos eran invitados a las actividades protocolares israelíes y viceversa creando espacios para la comunicación diplomática, el intercambio de opiniones y el acceso a los grupos afines a ambos países en Naciones Unidas y otras capitales.
Tras el ascenso de Fidel Castro a la posición de primer ministro se iniciaron periplos diplomáticos de líderes de la revolución y otros oficiales de mediano rango para abrir las relaciones del gobierno en nuevas áreas. Dos visitas ilustraron una especial activación de las relaciones con el Medio Oriente. En el verano de 1959, el Capitán José Ramón Fernández visitó Israel para negociar acuerdos de colaboración civil en áreas agrícolas y la venta de armamento ligero y artillería para el naciente ejército. Ese mismo año, durante la visita del comandante Ernesto Guevara al presidente Nasser en Egipto en junio de 1959, el miembro de su comitiva José Pardo Llada, por entonces activo comentarista político en favor del gobierno revolucionario, viajó a Israel para trasmitir un mensaje de cordialidad del liderazgo cubano hacia ese país. El mensaje de Pardo Llada expresó la voluntad del gobierno cubano de preservar una relación activa con los estados árabes pero también con Israel, justo lo que el estado judío aspiraba.
Los carriles paralelos en que Cuba condujo sus relaciones con los países árabes e Israel hasta la segunda mitad de los sesenta confirman que el mensaje de Pardo Llada no fue solo iniciativa personal. Cuba se sentía cerca de Egipto y especialmente Argelia, que eran miembros activos en la lucha anticolonial y promotores de políticas económicas nacionalistas de control de sus recursos naturales como el canal de Suez o el petróleo. Sin embargo, el apoyo cubano a las causas árabes era cauto y explícitamente crítico de su retórica genocida hacia el estado israelí. El no alineamiento de Cuba se expresaba en el desarrollo de una política basada en sus intereses nacionales, con distancia de los contendientes. Tal distancia causó dificultades en ocasiones con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser que esperaba que los cubanos aceptaran su liderazgo sobre el Medio Oriente y los movimientos anticoloniales en África.26
En la diplomacia multilateral, Cuba e Israel actuaron como rivales, no como enemigos. Cuba no fue un aliado de Israel en Naciones Unidas, ni abogó activamente contra el boicot árabe a Israel pero no acató las demandas árabes de aislamiento que para entonces eran compartidas por la Unión Soviética. A través de su relación con Israel, Cuba demostró su independencia del bloque soviético y no se plegó a las exigencias de Moscú27 o el bloque árabe que ya para ese entonces imponía políticas a través de presiones e incentivos económicos al resto del tercer mundo. Israel hizo otro tanto, ignorando los pedidos de aislamiento contra Cuba.
La definición de las relaciones cubano-israelíes antes de 1967 en el espacio multilateral como de rivalidad y no enemistad expresó el reconocimiento mutuo de posibilidades de cooperación. Cuba e Israel gozaban de apoyo en coincidentes círculos intelectuales progresistas de Europa y América Latina. Este hecho reforzaba la relativa importancia simbólica del vínculo diplomático. En el contexto multilateral, Cuba e Israel se percibían como victimas de sistemas ilegítimos de sanciones y exclusiones en sus contextos regionales. Como cuestión de principios, ambos estados repudiaban como ilegítima esa conducta de política exterior.
A ese cálculo estratégico acompañó un sentimiento de simpatía. El primer embajador israelí en Cuba, Jonatán Prato relató que Fidel Castro se refería a Israel como “un país heroico.”28 Maritza Corrales afirma que existían espacios de identidad entre los grupos gobernantes cubano e israelí. “Sin dudas,—dice la historiadora marxista—las muchas similitudes entre Cuba e Israel atrajeron la admiración de los revolucionarios cubanos: el espíritu de sacrificio de los israelíes, su lucha contra el imperialismo británico, y la idea del pequeño David confrontando a Goliath.”29
El intercambio cubano-israelí no fue una relación comercial ocasional. La relación bilateral puede definirse como de amistad. Se realizaron visitas oficiales a nivel de viceministerio. El embajador especial israelí Mordecai Arbell visitó la Habana en 1961,30 justo después de la batalla de Bahía de Cochinos y firmó varios acuerdos de cooperación agrícola e intercambio de alimentos como huevos de gallinas y ganado menor (cabras). En un tema particularmente espinoso para los estados árabes, que apostaban a evitar la viabilidad demográfico-militar del estado hebreo, la visita de Arbell incluyo un acuerdo sobre la migración judía cubana hacia Israel en condiciones ventajosas. No es cierto que el gobierno revolucionario los consideró “repatriados” pero no fueron sometidos a las condiciones vejaminosas en las que emigraban los calificados como “contrarrevolucionarios.” Los emigrados cubanos hacia Israel viajaron en vuelos de Cubana de Aviación con ese fin.31
La parte israelí percibió con simpatía la posición cubana de promover relaciones paralelas. Israel nunca condicionó sus relaciones a un bajo perfil de relaciones con los árabes. La población israelí percibía una analogía entre su condición de país sometido al aislamiento por el bloque árabe y la organización de incursiones militares desde el territorio de los países adyacentes y la condición cubana en el hemisferio occidental. La cultura política laborista dominante en el sistema político israelí acogía la experiencia socialista cubana con comprensión.32 El embajador Ricardo Subirana Lobo, recibió particular acceso en la cancillería israelí, incluyendo altos representantes como la ministra Golda Meir. Cuba, como país tercermundista y socialista, era un caso de prueba para los esfuerzos israelíes por mitigar y contrarrestar los esfuerzos aislacionistas árabes en África, Asia, América Latina y el bloque comunista.
El gobierno de Fidel Castro respetó las comunidades judías de la isla y hasta 1978 toleró la existencia de organizaciones sionistas y de solidaridad con Israel en el país. En el colegio hebreo “Albert Einstein” se continuó enseñando cursos de historia hebrea que exaltaba la creación de Israel como la culminación de la liberación nacional del pueblo hebreo. Tras la unión de los periódicos Revolución y El Mundo con el diario comunista Hoy en el actual vocero oficial Granma, la propaganda contra Israel aumentó pero hasta 1967 las críticas no eran miméticas de la posición soviética o árabe sino desde posiciones menos sesgadas. Esas acciones fueron percibidas por Israel como gestos positivos que diferían de la actitud represiva anti-judía practicada por los países árabes y comunistas.
En la Habana, la labor del embajador Haim Yari (1963–1965), se desarrolló en un ambiente cordial con amplios contactos con la comunidad hebrea del país y apoyo de la Unión Sionista de Cuba. El embajador realizó presentaciones ante la comunidad judía con exhortación a emigrar a Israel y participó en la promoción de los vuelos charter de Cubana de Aviación con ese fin. Expertos en agricultura del movimiento kittbuzim y científicos israelíes contribuyeron al desarrollo de los planes citrícolas y ganaderos cubanos. Todavía en el periodo del embajador Shlomo Levav (1965–1968) los reportes a la chancillería no indican hostilidad oficial hacia el personal diplomático israelí o hacia aquellos cubanos, judíos o no, que apoyaban a Israel. Según el propio embajador Levav, previo a la guerra de 1967, Fidel Castro expreso a Levav que veía un paralelo entre la lucha de Cuba contra el aislamiento norteamericano y la situación israelí en el Medio Oriente.33
Para 1966, Cuba comienza a elevar su perfil como coordinadora de grupos radicales en Asia, África y América Latina a través de organizaciones como la OSPAAL y OLAS. Tanto en esas organizaciones como en el sistema de naciones unidas, Cuba articuló alianzas con sujetos internacionales que adoptaron una marcada postura anti-israelí. Aunque Israel tuvo una fuerte posición anticolonialista en Naciones Unidas y desarrolló programas de ayuda en salud y educación en países descolonizados como Ghana o Uganda, el estado hebreo fue bloqueado de los foros multilaterales del mundo post-colonial pues los estados árabes boicotearon cualquier reunión en que Israel participase. En un inicio, los padres de la independencia africana como Nwameh Nkrumah aplicaron una política de equidistancia hacia el conflicto del medio oriente. En el transcurso de una década, muchos de esos líderes fueron derribados por golpes de estado que proclamaban afinidad con las doctrinas nasseristas de un militarismo nacionalista como cobertura para comportamientos kleptocráticos.
Dadas esas condiciones, lo extraordinario no es que haya habido rivalidad entre Israel y Cuba sino que el vínculo bilateral fue preservado hasta 1973. Para que tal situación se mantuviera tanto Cuba como Israel no consideraron a la otra parte como puntos centrales en el enfrentamiento a sus enemigos. Israel tuvo relaciones cercanas en América Latina con enemigos acérrimos de Cuba como el dictador Somoza pero también con gobiernos o movimientos de izquierda con relaciones cordiales con la revolución cubana. Cuba, por su parte, hasta 1973, interviene limitadamente en el Medio Oriente, apoyando países árabes o movimientos armados que se oponen al colonialismo y las monarquías feudales ya sea en el Medio Oriente o en África subsahariana. El envio de personal militar cubano ocurre en Argelia, Yemen, Eritrea, Congo no en la guerra de desgaste de los países árabes y la OLP contra Israel.
En Naciones Unidas, Cuba e Israel tomaron partido por sus aliados pero lo hicieron desde posiciones de apoyo, no como líderes de iniciativas hostiles hacia la otra parte. Cuba vota consistentemente con los países no alineados y el bloque socialista, pero hasta 1967 mantiene un bajo perfil en las discusiones sobre Israel en la ONU o incluso en las conferencias revolucionarias celebradas en Cairo, Argel o la Habana. Las posiciones que Cuba adopta contra Israel no rebasan el marco declaratorio y se ubican en declaraciones y comunicados conjuntos después de intercambios gubernamentales en La Habana y una que otra capital árabe.
Cuba defendió a través de canales públicos y privados la conveniencia y legitimidad de sus vínculos diplomáticos con Israel. En los discursos de los líderes revolucionarios, incluyendo el primer ministro Fidel Castro, se condenan las acciones israelíes pero no hay una postura contraria al derecho de Israel a existir. El énfasis crítico se ubica en el vínculo de Israel con EE.UU. y se hace responsable a este último por cualquier acción israelí que irrite a los árabes. Como complemento, Cuba rechazó el doble estándar de la diplomacia árabe y de países socialistas que demandan una ruptura con Israel a la vez que procuran mantener relaciones cordiales con EE.UU., país que tenía hacia Cuba una actitud hostil y libraba una guerra contra Viet Nam, país socialista y no alineado.34
Combinar un vínculo amistoso o neutral en lo bilateral con una relación de rivalidad en lo multilateral fue un reto para Cuba como país comunista. El aparato de política exterior cubana separó funciones entre la diplomacia oficial y los mecanismos paralelos subordinados al partido comunista como la OSPAAAL. Las relaciones estado-estado fueron canalizadas a través de la cancillería, preservando el vínculo estatal en la medida posible de las turbulencias de la política revolucionaria. 35 En las conferencias de organizaciones revolucionarias, el Partido Comunista de Cuba firma comunicados de alto tono anti-israelí pero el nivel de compromiso es bajo, y hasta en ocasiones como en la segunda conferencia de solidaridad tricontinental de 1966 la resolución anti israelí es misteriosamente no publicada en los folletos de agitación emitidos al respecto.
En el plano de la diplomacia cultural y de contactos políticos en América Latina y Europa, Cuba abrió sus celebraciones revolucionarias, conferencias y eventos culturales como el salón de Mayo o el congreso cultural de la Habana en 1968 a intelectuales israelíes y figuras sionistas como el escritor Elie Wiesel en Francia que por entonces ya expresaban repudio abierto a las barreras a la emigración judía en los países del bloque comunista.36
En la víspera de la ruptura
Junio de 1967 cambió la historia del Medio Oriente. Si existe un precedente en la historia de las relaciones internacionales del cierre del estrecho de Tiran por la marina egipcia es la cuarentena decretada por Kennedy contra Cuba, calificada por Castro como “acto de guerra.” En respuesta a la acción de Nasser, Israel destruyó en seis días las fuerzas militares egipcia, siria y jordana, ocupó la Cisjordania, Gaza y unificó la ciudad de Jerusalén bajo mandato único israelí, permitiendo por primera vez la expresión de todas las creencias religiosas en la ciudad desde 1948.
La guerra de junio agravó las condiciones de la relación Cuba-Israel. Ante el alejamiento de Francia y el Reino Unido con relación a Israel, Estados Unidos demostró su rol vital para la seguridad israelí en el consejo de seguridad de la ONU y ante las amenazas soviéticas de intervenir en el conflicto a raíz de la guerra. La consiguiente dependencia estratégica de EE.UU. en el marco de la guerra fría fue mas evidente luego de la decisión árabe en Jartum de los tres no (No negociación, no reconocimiento, no paz con Israel) que anticipaba un nuevo conflicto armado. Ya para 1968, la Unión Soviética y Egipto estaban inmersos en un profundo proceso de rearme militar sin precedentes. Incluso pilotos soviéticos fueron enviados a garantizar la seguridad egipcia.
Entre los aliados de Cuba la guerra de los seis días generó una marcada ira por la adquisición de territorios por Israel a través del uso de la fuerza. En el bloque socialista, solo Cuba y Rumanía mantuvieron sus relaciones diplomáticas con Tel Aviv. En el movimiento no alineado, la mayoría de los países africanos rompieron relaciones diplomáticas con Israel en una reacción en cascada. Los países árabes activaron sus redes para a través de la diplomacia limitar las ganancias israelíes en el campo militar.
La derrota árabe promovió un nuevo liderazgo para la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Yasser Arafat fue reconocido como el líder de mayor legitimidad dada la incapacidad de Egipto y Jordania, para proveer alivio a la tragedia de esa población por más de dos décadas. El liderazgo cubano había criticado la falta de compromiso de los liderazgos árabes con el tema palestino y los refugiados, reconoció con rapidez a los nuevos líderes.
La respuesta cubana a la derrota árabe fue intensificar la actitud condenatoria a Israel en las Naciones Unidas. El embajador cubano Ricardo Alarcón en una desafortunada frase equiparó la decisión israelí de acción militar anticipada a una “agresión al estilo nazi.” 37 Fue la primera vez que un diplomático cubano usaba términos tan insultantes contra el estado judío. Unos meses después, Fidel Castro repetiría la desafortunada analogía en su discurso a la conferencia de la organización latinoamericana de solidaridad.
Para ese entonces la posibilidad de mantener una relación bilateral productiva blindada del peso de las alianzas respectivas de guerra fría, se va haciendo difícil. Israel resiente que a pesar de su cooperación con Cuba en piscicultura, agricultura y ganadería, la propaganda anti-sionista en Cuba alcanza niveles exacerbados. Cuba, por su parte, nota como Israel rechaza comprar azúcar cubano, como política encaminada a no crear tensión con EE.UU, ya convertido tras la guerra de los seis días en su principal aliado.
Aun así, buena parte de la andanada siguió dirigida contra EE.UU. y los “regimenes árabes reaccionarios.” El embajador cubano criticó los objetivos aniquilacionistas árabes contra el pueblo judío afirmando que Cuba “como cuestión de principio se opone a toda manifestación de prejuicio racial, nacional, religioso o de cualquier índole y objeta también toda proclamación política que aboga por la destrucción de cualquier pueblo o estado. Dicho principio es aplicable tanto al pueblo palestino despojado injustamente de su territorio como al pueblo judío, que por dos mil años ha sufrido prejuicio racial y persecución.” 38 Después de hacer esta distinción en la que acepta la legitimidad del Estado judío, el embajador Alarcón definió que para Cuba el problema con Israel es su “conducta agresiva,” elemento que contrasta con la resolución árabe en Jartum que reitera que el conflicto con Israel se originaba su mera presencia en el medio oriente.
A mediano plazo, sin embargo, los procesos de radicalización que se desarrollaron al interior de Cuba y su política exterior impondrían mayor tensión a la relación bilateral cubano-israelí. Entre 1968 y 1972, tras los incidentes de la micro-facción y la muerte del Che Guevara, Cuba resuelve su diferendo con la Unión Soviética. Desde esa alianza, Cuba reemplazó su identidad de izquierda heterodoxa radical por el objetivo de ser conexión de las aspiraciones tercermundistas con los objetivos anticapitalistas del campo comunista. Enfrentando una situación económica crítica, con serias discrepancias con la Unión Soviética y abandonada toda esperanza de mejoría en las relaciones con EE.UU. tras la elección en 1968 de Richard Nixon, Fidel Castro reformuló las expectativas de política exterior independiente de la Revolución cubana. La nueva política cubana buscó ingresar al CAME y estabilizar la economía.
La maduración de esta estrategia exigió entre otros costos la aceptación de una disciplina de alianza de corte realista.39 Cuba se volvió más susceptible a las asimetrías de poder al interior del bloque socialista y de los países no alineados, aceptando dobles estándares en sus relaciones externas. Los alineamientos de la isla se volvieron más incondicionales. En el plano de métodos se prefirió una ventilación discreta de sus diferencias con los homólogos ideológicos. En el tercer mundo, esta estrategia procuró avanzar las demandas por un nuevo orden internacional, obtener la presidencia del movimiento no alineado, buscar un asiento temporal en el consejo de seguridad y derrotar la estrategia aislacionista norteamericana con una inserción reconocida en el resto del mundo.
En 1973, durante la celebración de la cumbre de los No Alineados en Argel, Fidel Castro decidió, sin consultar a su embajador en Tel Aviv, romper relaciones diplomáticas con Israel.40 El anuncio generó una ovación en el plenario de la cumbre y un abrazo emotivo del dictador libio Muammar El Khadafi, quien el día anterior había demandado la ruptura de relaciones con Israel acusando a Cuba de ser una ficción no alineada y “no ser mas independiente de la Unión Soviética que Uzbekistán o Checoslovaquia.” Nada más irónico: la relación que Cuba con Israel era una de las muestras mayores de la independencia de la Habana.
Balance del periodo
En la guerra fría, Cuba e Israel eran países pequeños, sin elevados intercambios comerciales,41 y alineados en bloques opuestos, cuyo perfil de potencia de medio rango dependió de alianzas con los superpoderes, ubicados en regiones geográficas distantes. Ni Cuba era una prioridad para Israel, ni este era una prioridad para la política exterior de la Habana. Las estrategias de política exterior cubana e israelí y los conflictos en que estaban envueltos determinaron que ambos países asumieran un alto perfil internacional. Ni EE.UU. ni los países árabes se consolaron con limitar sus conflictos con Cuba e Israel a un diferendo bilateral, ambos procuraban la internacionalización de sus boicots. Por otra parte, Cuba e Israel no se conformaban con ser un aliado más, se empeñaron en ser miembros activos—hasta hiperactivos—de sus alianzas.
Entendida esa dinámica, fue un éxito de las diplomacias cubanas e israelíes sortear por una década las dificultades y tendencias que empujaban a los dos países en direcciones opuestas, muchas veces con una lógica fuera de su control. En cierta forma, lo extraordinario fue que las relaciones entre los dos países se mantuvieron a un alto nivel dadas sus contradicciones y bajo nivel de prioridad. Mas aun, el periodo 1959– 1973 ofrece algunos rasgos sobresalientes para un posible recomienzo de relaciones consulares y comerciales como un primer paso a la normalización de relaciones entre los dos países a nivel diplomático.
La ruptura
La cumbre no alineada de Argel fue percibida como de importancia crucial para la política exterior cubana por dos razones:
- Cuba aspiraba a la presidencia del movimiento para confirmarse como país bisagra entre el campo socialista y el mundo en desarrollo. Desde esa alianza, Cuba esperaba liderar la batalla diplomática por un nuevo orden económico internacional. Desde esa conjunción, Cuba aspiraba a acceder al consejo de seguridad, haciendo irrelevante el aislamiento norteamericano y las sanciones de la OEA.
- En Argel, las fuerzas del nacionalismo árabe, que culpaban a la Unión Soviética por sus sucesivas derrotas en el conflicto árabe-israelí, propusieron la idea de los “dos imperialismos” con el apoyo de países comunistas fuera de la orbita soviética como China y Yugoslavia. Era una oportunidad de demostrar a la Unión Soviética la utilidad de Cuba como aliado en el tercer mundo.
Independientemente de las condiciones internacionales adversas para el desarrollo de las relaciones bilaterales entre Israel y Cuba, la ruptura del vínculo diplomático no era inevitable. La ruptura se debió a las aspiraciones cubanas de liderazgo multilateral en contextos donde los enemigos de Israel actuaban como actores con poder de veto. La postura árabe en este caso se basó no solo en el papel de estos países en el mercado estratégico del petróleo sino también en una cultura política en la que esos países se perciben destinados a ser poderes dominantes en el tercer mundo. Desde una asimetría de poder, los estados árabes podían usar sus recursos para negar el apoyo de otros países de África y Asia a las aspiraciones cubanas a organizar una cumbre no alineada.
La ruptura de Cuba con Israel careció de reciprocidad y fue una discontinuidad hasta con el discurso cubano sobre el tema. Los árabes exigieron a Cuba la ruptura de relaciones con Israel para definir su condición de no alineado pero Cuba dejó de pedir a los países árabes una actitud equivalente con EE.UU., cuya política contra Cuba, era condenada por el movimiento no alineado desde la primera cumbre en Belgrado.
Claro, que tal postura expone a la política exterior cubana a acusaciones de doble estándar. Cuba ha mantenido relaciones diplomáticas con países de la más diversidad ideológica y comportamiento internacional, desde la dictadura fascista argentina hasta ocupantes por la fuerza de territorios contiguos como Indonesia. En el mundo árabe, Cuba no rompió relaciones con Siria, Irak, Sudan o Jordania, cuando sus fuerzas han cometieron masacres contra sus propios pueblos, incluido el pueblo palestino o cuando han violado la soberanía de Kuwait o Líbano.
La ruptura de relaciones fue un acto excepcional y sorpresivo. A pesar del activismo cubano contra Israel en los años previos, Cuba siempre había aclarado que consideraba legítima la existencia de un estado judío. Incluso, el primer discurso del primer ministro Fidel Castro en la cumbre solo había mencionado a Israel una vez y con marcada mesura al condenarlo por “ignorar las resoluciones de la ONU y negarse a devolver los territorios ocupados por la fuerza.”
El cuestionamiento de Khadaffi en la cumbre a la independencia cubana—“tan no alineada como Uzbekistán”—fue una emboscada diplomática. Lo que se ventilaba en Argel no era si Cuba era independiente o no. Si algo demostraba que la Habana no recibía órdenes de Moscu era la relación con Israel. El líder libio expresaba las presiones del poderoso grupo árabe que no estaba dispuesto a darle a Cuba y por su intermedio a la URSS, una victoria en Argel sin extraerle el precio de un alineamiento mayor con sus posturas anti israelíes.
El editorial de Granma que explica la ruptura fue ilustrativo: entre las diatribas habituales contra “la agresión imperialista” de Israel se explicaba que la ruptura se hacia “como respuesta a las demandas y sentimientos de las naciones representadas en Argel,” 42 un eufemismo para describir los chantajes de los países árabes. Como ha descrito el profesor Jorge Domínguez, “El cambio de la política cubana en 1973 se explica mejor como respuesta a las presiones de los gobiernos árabes dentro del movimiento no alineado. Cuba no podía permanecer en buenos términos dentro del movimiento si mantenía sus relaciones con Israel y defendía a la Unión Soviética”43
Dinámica de hostilidad después de la ruptura: 1973–1989
La ruptura de relaciones bilaterales transformó la dinámica de rivalidad entre Israel y Cuba en antagonismo. Un mes después de la cumbre de Argel, Siria y Egipto atacaron el estado judío en el día más sagrado de la religión hebrea, cuando los creyentes se imponen un ayuno por el día del perdón. Tras la derrota árabe en el conflicto, Cuba envió una brigada de tanques a Siria para reforzar las defensas de ese país entre finales de octubre de 1973 hasta febrero de 1975. Esta tropa no combatió en operaciones de envergadura pero expresó una disposición cubana a participar en el conflicto de la región.44 Israel por su parte contó con el estratégico puente aéreo de EE.UU. que permitió revertir el avance árabe.
Sin relaciones bilaterales, Cuba e Israel intensificaron sus compromisos con sus respectivos aliados. Cuba reforzó su acercamiento a aquellos países y movimientos árabes, más cercanos a la Unión Soviética.
Israel por su parte, en alianza estrecha con EE.UU. comenzó a apoyar de modo activo en América Latina a aquellos que se oponían a los aliados de Cuba, que eran también los aliados de la OLP.45
Sin embargo cualquier equivalencia es inexacta. Para Israel, Cuba fue un aliado de sus adversarios pero no determinó sus prioridades hacia la región latinoamericana. Israel nunca cuestionó los términos en que sus aliados decidieran sus relaciones con Cuba. En contraste, Cuba elevó la ruptura con Israel a cuestión de principios, adoptando el patrón que antes había criticado de promover una política de aislamiento contra Israel, sin pedir el mismo tratamiento contra otros agresores. Cuba cerró por la fuerza los locales de la Unión Sionista de Cuba, mientras en Israel, la asociación de amistad con Cuba y organizaciones políticas de la izquierda sionista y el movimiento kitbutzim que simpatizaban con la revolución cubana continuaron funcionando en total legalidad.
En el área multilateral, lo que fue una rivalidad controlada en los sesenta se transformo en confrontación diplomática permanente. Israel entró en esta arena con desventaja pues al ser excluido del funcionamiento de grupos regionales, no fue electo a ninguno de los órganos principales de la ONU, justo cuando Cuba gozaba del mayor apoyo en el tercer mundo. Cuba por su parte, no escatimo esfuerzos en auspiciar conferencias y resoluciones condenatorias al Estado de Israel a las cuales se invitó a todo tipo de extremistas antiisraelies e incluso antisemitas.
Es difícil encontrar una postura más hostil hacia Israel en un país no islámico que la que Cuba asumió. Cuba no solo apoyó lo que el bloque árabe propuso sino generó sus propias iniciativas radicales hacia el medio oriente y de condena a cualquier iniciativa de paz mediada por EE.UU. En ciertas ocasiones, Cuba patrocinó resoluciones en la ONU y el movimiento no alineado contra Israel y EE.UU. que países islámicos rechazaron. Cuba ha atacado las acciones de Israel definitivamente más que Turquía, el Irán del Sha o Jordania, condenó con más virulencia a Egipto y a los acuerdos de Camp David que miembros de la Liga árabe como Marruecos, Jordania, Arabia Saudita o el Irak de Saddam Hussein durante su luna de miel con la administración Reagan. En 1992, Cuba fue el único país no árabe que se opuso a la derogación de la resolución 3379 “Sionismo igual racismo”46 que había patrocinado en 1975.
En términos de relaciones con la sociedad israelí, aunque Cuba no imitó la actitud árabe de negar legitimidad a la existencia de Israel, prohibiendo y censurando el pasaporte israelí, las visitas e intercambios científicos y culturales se redujeron al mínimo. Los contactos políticos de Cuba se redujeron a visitas de grupos marginales como el partido comunista israelí a los congresos del partido cubano y alguna que otra visita de grupos de izquierda sionista como el partido MAPAM. No es hasta 1990, cuando la prensa cubana refleja la visita a Cuba, después de 1973, de un político israelí sionista en la figura de Dov Avital, jefe del departamento de América Latina de MAPAM.
En el plano interno, el gobierno procedió a la clausura por la fuerza de la Unión Sionista de Cuba en 1978, en las vísperas de la cumbre no alineada de la Habana. Hasta 1978, aunque las presiones de la Unión Árabe y los sectores anti-israelies (algunos grupos pro-soviéticos querían que Cuba adoptara no solo el sistema económico sino una política exterior mas en línea con los dictados de Moscú) solo encontraron parcial balance en la labor de la Unión Sionista de Cuba, la mera existencia de esa organización en pleno corazón de la Habana y en los altos de la Unión árabe de Cuba convertía a Cuba en un caso sui generis en el mundo socialista. La intervención militar del local y su consiguiente entrega a la Unión árabe eliminó todo viso de tolerancia por el sionismo.
Aunque Cuba respetó las congregaciones religiosas hebreas, la ruptura de relaciones con Israel y el ambiente hostil al sionismo afectó la vida judía cubana, pues la mayoría de los hebreos en la isla eran y son sionistas. Desde el punto de vista institucional, los líderes hebreos cubanos, como Moisés Baldas, perdieron el apoyo de la legación israelita en la Habana para sus relaciones con el gobierno. En el orden ideológico, la comunidad fue golpeada por la propaganda antiisraelí en los medios oficiales. “La diseminación de propaganda antisionista, de la que antes no se había oído en Cuba—afirmó José Miller, líder de la comunidad hebrea cubana—impidió la actividad de los lideres y disminuyó considerablemente las posibilidades de resurgencia de la vida comunitaria judía.”47
Sin contrapesos, la propaganda antisionista oficial traspasó todo límite imaginable. “Si bien propaganda abierta antisemita no existe, el antisionismo es abierto y profusamente propagado,” reportó Isidoro Aizenberg de visita en La Habana en 1979 al Canadian Jewish Congress.48 Aizenberg sin embargo, solo vio la punta del iceberg. A tenor con la falta de balances, las embajadas árabes, las representaciones palestinas y sus aliados nacionales como los periodistas Hedelberto López, Rodolfo Casals y Nidia Díaz49 han publicado todo tipo de propaganda incluida la antisemita.
Después de 1973, floreció la literatura panfletaria contra Israel e incluso contra el judaísmo. Por ejemplo, el libro de Nabil Khalil que público la editorial oficial Ciencias Sociales califica como propaganda sionista al Diario de Ana Frank. El libro de Mahmood Abbas, La otra cara: la verdad de las relaciones secretas entre el nazismo y el sionismo, publicado por el Ministerio de Cultura cubano afirma que “los judíos sionistas han matado mas personas inocentes que los nazis.”50 Ni los artículos ni los libros antisemitas arriba citados han provocado retractaciones públicas de sus autores o de los medios en que se publicaron. Paradójicamente, el repudio al antisemitismo expresado por el presidente Fidel Castro a través de entrevistas como la concedida al padre dominico Frei Betto, en su discurso a la comunidad hebrea en 1998, y al periodista sionista norteamericano Jeffrey Goldberg confirman que estos actos de propaganda antisemita no expresan una posición oficial.51
Exageraciones sobre un supuesto genocidio contra el pueblo palestino son frecuentes al más alto nivel oficial cubano o incluso en medios supuestamente académicos como el Instituto Superior de Relaciones Internacionales y el Centro de Estudios de África y Medio Oriente (CEAMO). Aunque ese trato unilateral y sesgado del medio oriente ocurre en otros países del mundo con mayor o menor medida, en Cuba no existen medios de prensa alternativos para refutar tales acusaciones. Aquellos sectores que tienen un punto de vista diferente como la comunidad hebrea se ven limitados de auspiciar conferencias o discusiones en las cuales participen analistas, profesores, periodistas o funcionarios.
Tal sesgo anti-Israel tiene su contraparte en la ignorancia de reales actos de genocidio, violaciones de los derechos humanos e incluso persecuciones anticomunistas que ocurren en los países árabes.52 La prensa cubana publica con frecuencia señalamientos críticos de personalidades internacionales a los actos israelíes en los territorios ocupados sin hacer mención a la condena internacional a los actos terroristas contra la población israelí o los crímenes cometidos por los gobiernos árabes contra sus propios movimientos de izquierda o de emancipación femenina. La prensa oficial es ambivalente en el tema del terrorismo de grupos árabes, incluidos en la lista del Consejo de Seguridad de la ONU como Hamas o Hezbollah en el término “resistencia palestina” o “resistencia libanesa.” Tal comportamiento expresa un doble estándar pues actos equivalentes de la contrarrevolución cubana como el secuestro de aeronaves o el ataque a poblaciones civiles como el ocurrido en el poblado pesquero de Boca de Sama son apropiadamente descritos como terroristas por la prensa oficial.
La falta de contactos entre las instituciones académicas de otros países con una visión más positiva de Israel y sus contrapartes cubanas ha tenido un negativo impacto en la discusión al interior de la intelectualidad cubana. Un ejemplo a este respecto es el taller sobre el medio oriente que organiza cada año el Centro de Estudios de África y Medio Oriente en ocasiones con auspicio común del ISRI.53 Las aperturas a intercambios académicos con EE.UU. que ocurrieron durante la presidencia de William Clinton y la preparación de algunos académicos cubanos en México y otros países ha ampliado los espacios y la forma en que el conflicto del medio oriente se discute en la isla pero aun la discusion sobre Israel es sumamente desinformada y sesgada.
Análisis costo-beneficio para la política exterior cubana de la ruptura diplomática con Israel y el alineamiento con los regimenes árabes mas antiisraelíes
Cuba no necesitaba romper con Israel para construir una relación mas activa con el campo socialista, el bloque árabe o el tercer mundo. En 1973, las relaciones cubanas con el bloque comunista estaban en ascenso a partir del ingreso al CAME y el intercambio de visitas de jefes de estado con la mayoría de esos países.54 En América Latina, el régimen de sanciones de la OEA contra la isla se desmoronaba. Los gobiernos militares de izquierda de Omar Torrijos y Juan Velasco Alvarado en Perú y Panamá se habían combinado con el gobierno socialista de Salvador Allende, y los nuevos países independientes del Caribe para abogar por la reinserción de la isla en el contexto regional.
Más aun, paralelo a la Cumbre de Argel, Cuba y EE.UU. comenzaban negociaciones secretas a través de enviados de Kissinger y Rogers con el gobierno revolucionario a través de Ramón Sánchez Parodi, José Luis Padrón, Teófilo Acosta y otros. Claro, que existían tensiones entre Cuba y EE.UU. pero el acoso norteamericano y el aislamiento regional de la isla estaban en uno de sus mínimos históricos. Los documentos del periodo desclasificados por el Archivo de Seguridad Nacional reflejan al menos una ambivalente exploración norteamericana para encontrar un acomodo a la revolución cubana. La mayor parte de las demandas norteamericanas a Cuba en el segundo periodo Nixon y Ford para lograr un “modus vivendi” con la Habana se ubicaban precisamente en la moderación de la política exterior cubana y no un cambio del sistema político cubano a corto plazo.
La ruptura de relaciones con Israel y su política subsiguiente fueron un signo de las aspiraciones cubanas a impulsar un liderazgo radical en el tercer mundo a partir de su consolidación interna y su alineamiento con Moscú. Con su consistente rivalidad contra los proyectos hegemónicos norteamericanos, incluso en áreas ajenas a sus intereses nacionales vitales, la política exterior cubana expresó renuencia a adoptar patrones de moderación externa a cambio de una aceptación a nivel regional y bilateral por parte de EE.UU. de su proyecto de reivindicación nacional.
Mas que reacción al aislamiento, la falta de moderación, que se expresó en la ruptura cubana con Israel y su marcado activismo contra los acuerdos de Camp David, obedeció a una percepción falsa e ideologizada de la fortaleza del campo soviético y las posibilidades de las relaciones sur-sur y las debilidades de EE.UU. El pedido de Fidel Castro de que los países petroleros árabes reinvirtieran sus ganancias en proyectos de desarrollo tercermundista y no en los sistemas financieros occidentales tiene un lugar asegurado entre sus quimeras más grandes. ¿De donde sacó que los líderes árabes del momento eran revolucionarios anticapitalistas? Es difícil saberlo.
Si a raíz de la crisis de los misiles, Cuba expresó disposición a negociar comportamientos externos a través de comunicaciones secretas con la Administración Kennedy, esa no fue su actitud a inicios de los setenta.55 El activismo de Cuba en el Medio Oriente, un área de intereses estratégicos para EE.UU., más que una necesidad de resistencia fue resultado de decisiones sesgadas por la ideología radical del liderazgo cubano. Los líderes del partido comunista de Cuba erraron al imaginar un crecimiento geométrico del campo socialista y los movimientos radicales, reforzando la capacidad negociadora cubana frente a EE.UU. en un hipotético futuro. Imbuido de esa ilusión, el liderazgo comunista cubano, en lugar de usar sus vínculos externos para promover el interés nacional de la isla, subordinó el mismo al llamado campo socialista y el movimiento no alineado, o para decirlo poéticamente, la llamada revolución mundial.
Es sintomático que las políticas de Cuba y Egipto hacia Israel se cruzaron en los setenta en direcciones opuestas. Cuba percibió en los movimientos árabes previos a la guerra de 1973, lo que quería ver: una radicalización de la resistencia y un paso hacia la unidad con el tercer mundo. Para Egipto, fue un acto reivindicador por la derrota de 1967 para buscar una solución con Israel, mediada por EE.UU. El liderazgo egipcio entendió incluso antes de la muerte de Nasser que la URSS no era un socio confiable y que estaba en declive. El presidente Sadat con su histórico viaje a Jerusalén aceptó un modus vivendi con Israel mientras afirmaba su apoyo a una solución justa del problema palestino. Cuba, por el contrario, desde posiciones de solidaridad con la causa árabe pero abogando por el respeto a la existencia del estado israelí, escogió hacer causa común con los sectores árabes más intransigentes, justo aquellos de los cuales había logrado tomar distancia por mas de una década y que al final serian derrotados.
La búsqueda de socios socialistas donde no los había llevó a la política exterior cubana a perder importantes oportunidades. Los regimenes presentados como de socialismo árabe, en Egipto, Siria o Irak eran dictaduras nacionalistas en las que se mezclaban fuentes fascistas, estalinistas e islámico-teocraticas sin propósito revolucionario universal alguno. Eran aliados temporales, para propósitos específicos como la descolonización o la lucha por un nuevo orden económico internacional pero las aspiraciones cubanas de que los países árabes invirtieran las ganancias del boom petrolero en el desarrollo del tercer mundo y no en los bancos occidentales fue una quimera basada en el desconocimiento de los sujetos con que interactuaba.
En términos de la política del Medio Oriente, el activismo cubano tropezó con las disputas intestinas entre los países árabes. Por su posición anti-israelí y aliada a la URSS, Cuba empezó a ser cortejada por las diferentes facciones palestinas y libanesas, y por los diferentes agrupamientos entre los países árabes. Libia y Argelia contra Marruecos por el tema del Sahara Español. Algunas facciones palestinas y Libia contra los ataques de Siria contra esos grupos en Líbano. Lo único que unió a los radicales árabes era su interés en usar a Israel como chivo expiatorio para sus problemas, pero la unidad que Cuba ilusamente persiguió, que era para propósitos más amplios, demostró ser una ilusión.
Si el motivo cubano al romper con Israel fue facilitar la unidad de los sectores radicales para promover las causas del tercer mundo, primero bajo el liderazgo de Houari Boumedienne y luego con la cumbre de la Habana, el objetivo no fue logrado. A nivel declarativo, Boumedienne, primero y luego Fidel Castro, coordinaron acciones entre el tercer mundo y el bloque socialista. La ONU aprobó múltiples resoluciones sobre el nuevo orden económico internacional. A nivel práctico, la victoria fue solo de los países árabes que convirtieron el antisionismo en un principio del movimiento no alineado. El Bloque Árabe no concedió nada sustancial a la agenda cubana de desarrollo económico y cooperación sur-sur.
La cumbre no alineada de la Habana, para la que se invirtieron numerosos recursos económicos, militares y políticos (como la ruptura con Israel en 1973) no produjo una mejoría relevante de la posición cubana en el sistema internacional. Cuba tuvo que esperar casi una década para ocupar un asiento en el consejo de seguridad. A partir de la intervención soviética en Afganistán las últimas posibilidades de una alianza socialista-tercermundista se esfumaron. Las oportunidades pérdidas de explorar un entendimiento entre Cuba y la superpotencia a solo noventa millas de sus costas durante las administraciones Ford y Carter nunca volvieron a darse. Cuba perdió la mejor posición negociadora de su historia para obtener un entendimiento con EE.UU. En términos de la comunidad judía mundial, Cuba fue repudiada por la absurda insistencia en equiparar sionismo a racismo y los problemas palestinos actuales al holocausto judío bajo los nazis.56
Un análisis costo-beneficio del activismo cubano en el tercer mundo tiene que diferenciar la colaboración política y militar con líderes africanos como Nelson Mandela y Agostinho Neto, dos luchadores independentistas, con una alta aprobación en el mundo del vínculo cordial cubano con Saddam Hussein, Hafiz el Assad y Muammar Khadaffi, reconocidos dictadores y soportes de grupos terroristas. El apoyo cubano a la lucha anticolonialista y antiapartheid en África arrojó resultados favorables para las causas progresistas en ese continente, a través de la preservación de la integridad territorial de Angola y las independencias de Namibia, Mozambique y Guinea Bissau. Cuba ganó también importantes alianzas en África e incluso entre la población afro-norteamericana por concepto de su rol central en la lucha por la igualdad racial en África del Sur.
No es el caso en el Medio Oriente. Una vez decidido a jugar un rol significativo en el levante, el radicalismo cubano tuvo que pagar un precio al que no estaría expuesto de haber mantenido un bajo perfil. En la cumbre no alineada de la Habana, el presidente Castro promovió sin éxito la expulsión de Egipto del movimiento como condena a los acuerdos de Camp David. Tal papel activo de Cuba en una región de tan complejos intereses no le creó nuevos aliados, generando profundo malestar en la administración Carter y sectores aliados, implícita o explícitamente, a Egipto e Israel en el mundo. Es importante recordar que fuera del bloque comunista y algunos regimenes radicales árabes, los acuerdos de Camp David fueron bienvenidos por la mayoría de la comunidad internacional.
Como parte de su alianza con los países árabes, Cuba adopto prácticas que ella misma repudiaba como dobles estándares y politización de temas de derechos humanos. Por ejemplo, Cuba realizo una extraordinaria campaña contra la masacre cometida en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila por milicias cristianas libanesas con “responsabilidad indirecta” del ministro de defensa israelí Ariel Sharon. Sin embargo en ese mismo año, Siria asesino entre 10 000 y 50 000 personas en la ciudad de Hama y seis años más tarde, el régimen de Saddam Hussein realizo la operación “Anfal” usando armas químicas contra el pueblo kurdo. Siria invadió Líbano causando notables estragos entre la población de ese país y los refugiados palestinos. Cuba ni siquiera protestó verbalmente contra tales acciones criminales.
Los países árabes no reciprocaron la subordinación del interés nacional cubano a su causa con prácticas equivalentes. La política cubana partió de premisas equivocadas al concebir líderes nacionalistas árabes como partes de un proceso de revolución mundial. Ninguno de esos líderes autoritarios ni las coaliciones de clases que los apoyaban concebían su posición antinorteamericana como parte de revolución alguna. Por eso, Cuba fue para los líderes árabes material sacrificable cuando sus relaciones con Washington mejoraron. La oposición árabe al embargo norteamericano es fundamentalmente simbólica. En momentos de cordialidad con EE.UU., ni el Irak de Hussein en los 80, ni la Siria de Assad o la OLP en los noventa aprovecharon esos contactos para notar su divergencia con la política de Washington hacia la isla.
¿HACIA UNA NUEVA ETAPA? 1989– ACTUALIDAD
Cuba se despertó a la década de los noventa con el colapso de la Unión Soviética, definido por el presidente Castro, “como si se hubiese caído el cielo” y la agudización de bloqueo norteamericano con la ley Torricelli y luego la Helms-Burton. Las opciones y estrategias de resistencia adoptadas por el liderazgo cubano bajo esas difíciles circunstancias determinarían obstáculos, pero también factores positivos y oportunidades para una relación mejorada con el Estado de Israel.
El mayor obstáculo fue la dependencia que Cuba desarrolló en los noventa de las importaciones de petróleo del Medio Oriente. Tras el fin de las entregas subsidiadas de petróleo soviético, Cuba dependió más de entregas provenientes de países petroleros de una agenda radical anti-israeli como Irán, Irak y Libia. El tono de estas relaciones es dictado por una dinámica política. El hecho de que lo que Cuba entrega es una voz de apoyo en los organismos multilaterales a las demandas de esos países dicta una postura cubana sensible y cauta hacia los intereses de aquellos.57
Cuba, sin embargo, no puede moverse más en la dirección radical. A diferencia de 1973, la diplomacia cubana conoce la región, con larga experiencia de interrelación con sus actores políticos, desde un punto de vista menos ideologizado. En oposición al pasado, la reanudación de un comercio mutuamente ventajoso con otras fuentes de crudo diferentes del Medio Oriente como Rusia o Venezuela ofrece a la política cubana mayores grados de libertad, otro tanto puede ocurrir por la explotación de reservas internas de petróleo y el establecimiento de acuerdos comerciales estables de suministro de petróleo con México o Brasil.
Para entender la nueva etapa iniciada con el fin de la guerra fría, hay que separar sus efectos en la diplomacia multilateral, el vínculo bilateral y las opciones ideológicas que se presentan a la política exterior cubana actual. En relación a la dinámica multilateral, Cuba continuó siendo un aliado importante de los grupos árabes más militantes contra Israel en las Naciones Unidas pero de modo mas moderado. El colapso soviético cambio radicalmente las prioridades de la política exterior cubana. La principal prioridad fue atraer inversiones extranjeras y socios comerciales para el país. En esa coyuntura, matizada además por el proceso de paz, iniciado en Oslo, Cuba no tenía fuerzas ni intención en un activismo radical anti-israelí cuando los propios países árabes apoyaron a EE.UU. contra Irak en 1991, y negociaron acuerdos territoriales a cambio de reconocimiento con Israel.
Las acciones antiisraelíes de Cuba retornaron hacia un patrón de rivalidad más que de enemistad. La diplomacia multilateral cubana ante el conflicto del medio oriente se tornó reactiva. Respaldando fundamentalmente iniciativas, con algún grado de consenso entre los países árabes. Cuba redujo sustancialmente sus fuerzas armadas y desde fines de los ochenta desmanteló la cooperación con grupos armados de la región.
La rivalidad fue expresada sin embargo con un mayor grado de alineamiento y activismo pro-árabe que en los años sesenta. En la prensa cubana ha ocurrido otro tanto, pues ha tomado tiempo a los propagandistas del partido comunista ajustarse a las nuevas realidades. Incluso antes de su elección a la jefatura del movimiento no alineado en la cumbre de La Habana en 2007, Cuba participó activamente en resoluciones y actos declarativos antiisraelíes en las naciones unidas como la conferencia de Durban contra el racismo convertida por la manipulación árabe y sus aliados en un foro antiisraelí y el caso en la Corte Internacional de Justicia contra la construcción de una cerca de seguridad.
En junio de 2001, Cuba patrocinó la conferencia regional de naciones unidas sobre derechos palestinos, que concluyó con un discurso del canciller Felipe Pérez Roque y una demostración pública presidida por Fidel Castro en la que abundaron declaraciones antisionistas. No se puede obviar que Israel es el único país en Naciones Unidas que consistentemente por más de una década ha respaldado en solitario a EE.UU. en la resolución de la asamblea general que condena el bloqueo estadounidense a la isla. En 1995, el embajador Gad Yaacobi rechazó un encuentro con el embajador cubano con la intención de discutir el voto israelí a favor de la posición norteamericana en ONU sobre el embargo, argumentando que podía presentar un listado de todos los votos de Cuba contra Israel en ese organismo.
A pesar de esos actos de rivalidad, hay factores mitigantes que eran impensables en el periodo de enemistad anterior. En varios encuentros internacionales como el funeral del expresidente francés Francois Miterrand, Fidel Castro dialogó amigablemente con el entonces ministro y hoy presidente Shimon Peres. En el año 2000, el embajador Yehuda Lancry describió como positivo el saludo entre el primer ministro Ehud Barak y el presidente Fidel Castro58 en el marco de la cumbre del milenio de las Naciones Unidas. En Agosto de 2010, el expresidente Fidel Castro en entrevista al periodista judío norteamericano Jeffrey Goldberg expresó opiniones respetuosas sobre la historia judía y el derecho del pueblo hebreo a tener su propio estado. El expresidente fue aun más lejos, al decir que había preocupaciones legítimas israelíes por su seguridad en el conflicto nuclear con Irán y exhortó al presidente persa Mahmoud Ahmadinejad a parar su difamación de la historia judía. La parte israelí por su parte, respondió a tales gestos con sendos mensajes de aprobación del primer ministro Bibi Netanyahu y el presidente Shimon Peres.59
En el plano de las relaciones bilaterales, nuevas dinámicas en Cuba abrieron nuevas oportunidades de interacción entre los dos estados y sociedades. La reforma constitucional de 1992 con respecto a las comunidades religiosas en la isla, y el cambio hacia una mayor apertura al turismo y la inversión externa dinamizaron factores que favorecen una mejor relación con Israel:
- La reanimación de la comunidad hebrea de Cuba60 de abierta consciencia sionista generó una reactivación de sus vínculos con Israel y las organizaciones sionistas internacionales para lo cual ha contado con la tolerancia sino colaboración de la oficina de asuntos religiosos del Comité Central del PCC. Delegaciones judías cubanas han comenzado a participar en congresos, eventos deportivos, programas de visitas, etc., de carácter sionista en Israel, América Latina o nivel mundial. Un tema sensible ha sido la reanudación del programa de la agencia judía de emigración por el cual más de 600 cubanos de origen judío han sido autorizados a asentarse en Israel con el apoyo abierto del gobierno israelí y la anuencia del gobierno cubano.61
- La palpable presencia en La Habana de turistas de Israel y judíos de otros países del mundo occidental abrió las puertas a una relación activa de la población cubana y su comunidad judía con información, grupos e individuos con una posición menos sesgada en relación al conflicto del medio oriente que la prensa oficial. La oficina del historiador de La Habana palpando tal tendencia abrió un hotel especializado en atender al turismo judío, “El hostal de Ráquel.” Como parte de ese intercambio, en los años 90, el número de publicaciones israelíes u occidentales con contenidos mas balanceados disponibles en la biblioteca de la comunidad hebrea y en el país en general registraron un significativo aumento.
- Durante la década de los 90s varias compañías israelíes o de capital judío comenzaron a establecerse en Cuba. Es conocida la presencia desde 1992 en Cuba del grupo israelí BM en la administración del plan citrícola de Jagüey Grande y algunas inversiones de inmobiliaria. También se han producido inversiones israelíes en la rama textil. Un gesto simbólico fue la construcción por una compañía israelí de un centro comercial inmobiliario en las cercanías del hotel Meliá Habana. Uno de los edificios fue titulado Habana en honor a la capital de Cuba, el otro fue nombrado Jerusalén, en honor a la capital de Israel.
- Los contactos entre Cuba y la izquierda sionista se han reactivado con invitaciones a la participación de estos sectores en eventos, congresos y conferencias en Cuba. Según Monica Pollack, a cargo de las relaciones internacionales del partido sionista de izquierda Meretz, que ha sostenido varios diálogos con el partido comunista de Cuba, “El fin de la guerra fría ha liberado a Castro de la camisa de fuerza anti-israelita.” Según Pollack el gobierno cubano esta interesado en restaurar la relación con Israel, y hasta publicitar la libertad para los judíos cubanos emigrar como gesto hacia los judíos de otras partes del mundo. 62
El gobierno israelí ha reaccionado a la nueva situación con una política de dejar hacer dentro de los límites de no hostilizar a los Estados Unidos. Para la caracterización de la política israelí es importante apuntar no solo a lo que el estado judío ha hecho sino también a lo que ha dejado hacer por omisión:
- En presencia de un aumento gradual de turismo israelí a la isla, el ministerio de relaciones exteriores de Israel no ha incluido a Cuba entre los países de peligro para sus turistas o de actitudes políticas anti judías como forma de desincentivar tales visitas. Por el contrario, agencias de viaje israelíes han promocionado a Cuba como uno de los destinos nuevos más importantes.
- Aunque Israel ha sido el único país que se ha opuesto consistentemente con EE.UU. a la resolución de la AGNU que condena el bloqueo a Cuba, en la práctica, el gobierno israelí no ha colaborado con tal política, a pesar de recibir presiones norteamericanas a ese respecto.63 Israel no tiene ninguna política de sanciones contra la isla. En el caso de las sanciones impuestas por EE.UU. al grupo israelí BM y a sus ejecutivos, el gobierno israelí ha enfatizado que sus empresarios no violan leyes israelíes que son las aplicables en ese país. Entre los inversionistas israelíes en la isla existen figuras de alta “proteksia,” término israelí que implica conexiones en los círculos de poder. Por ejemplo, el presidente del Grupo BM Raffi Eitan es el ministro de pensiones del actual gobierno de Ehud Olmert por el partido de los jubilados. Como ha escrito Michael Erisman “la sinceridad (del apoyo de Israel a EE.UU. en el embargo a Cuba) es sospechosa ya que mantiene relaciones comerciales vigorosas con la isla y ha permitido a sus nacionales invertir allí.”64
- En términos de los intercambios culturales y políticos como visitas de grupos musicales o participación de israelíes en eventos en Cuba, el gobierno israelí no ha negado visas a ningún artista cubano ni ha restringido a sus ciudadanos, incluso ministros de participar en eventos en la isla, como el congreso de la Unión Internacional Interparlamentaria en 1999 al que concurrió una nutrida delegación israelí presidida por el ministro Meir Sheetret y el vicepresidente de la Knesset, diputado del Likkud Zeev Boim o incluso el festival internacional de solidaridad auspiciado por la Unión de Jóvenes Comunistas al que asistieron miembros de la juventud de la coalición sionista de izquierda Meretz.65
Las bendiciones de la diplomacia no oficial
En septiembre de 1993, la prensa israelí reportó que el gobierno de Jerusalén había recibido señales de Cuba expresando deseos de establecer contactos con Israel, que llevaran a relaciones formales entre los dos estados.66 A través de varios intermediarios, incluyendo líderes religiosos venezolanos, el gobierno cubano procuró información sobre posible asesoria agrícola israelí, inversión y comercio. En 1994, el embajador cubano Fernando Remirez de Estenoz en las Naciones Unidas procuró entrevistarse con el embajador israelí Gad Yaacobi con el fin de discutir el solitario voto de Israel junto a EE.UU. en la resolución antiembargo. Aunque el gobierno israelí no dió respuesta oficial pública a tales señales, expertos agrícolas viajaron a la Habana y comenzaron la inversión conjunta y administración del plan citrícola de Jagüey Grande y varios funcionarios cubanos fueron invitados a visitar a Israel a titulo privado para una feria de agricultura. 67 Varios inversionistas israelíes en Cuba son antiguos oficiales del Mossad.
En febrero de 1994, el gran rabino asquenazi de Israel viajó a Cuba para visitar a la comunidad hebrea y entrevistarse con el presidente Fidel Castro. El rabino Lau explicó que su visita no era “oficial” pero que como era un “simple emisario,” el ministro de relaciones exteriores, Simón Peres, “sabía de la visita y le había dado mas que su bendición.”68 En sus entrevistas “no oficiales,” el rabino Lau discutió la posibilidad de los judíos cubanos de emigrar a Israel y de brindar apoyo religioso y material para los que decidieran permanecer en la isla. El presidente Castro reaccionó positivamente ante tales aproximaciones, envió mensajes de buena voluntad y un par de cajas de tabaco al primer ministro Yitzhak Rabin y el canciller Peres. La directora de la oficina de asuntos religiosos del PCC, Caridad Diego, afirmó al rabino Lau, que Cuba recibía su enfoque “con bendiciones” y que “no tenemos nada contra la ayuda de Israel, la consideraremos con mucha simpatía.”69 Tanto el rabino Lau como su acompañante David Altman, Vicepresidente de la Universidad Bar-Ilan expresaron satisfacción por los resultados de la visita y dijeron compartir la esperanza de mejores relaciones entre los dos países con el presidente Castro.
En otras dos ocasiones durante el gobierno laborista Rabin-Peres, se dieron gestos de aproximación entre los dos países. Primero, tras el asesinato del premier Yitzhak Rabin, el ministerio de relaciones exteriores de Cuba emitió una declaración de condolencia por tal acontecimiento, expresando una opinión favorable a los avances en la solución negociada del problema palestino. Fue la primera vez después de la muerte del presidente Ben Zvi en 1963 que el gobierno cubano realizaba un gesto protocolar de tal naturaleza. 70 La otra ocasión, sería el encuentro entre Fidel Castro y Shimon Peres en Paris a propósito del funeral del presidente francés Francois Miterrand. La prensa en general ha sido muy escueta acerca de dicha entrevista, pero se ha afirmado que fue un encuentro cordial.
Ya en el primer gobierno del premier Bibi Netanyahu del Likud, se produjo otra de las visitas “no oficiales” entre los dos países. El viceministro de la industria pesquera cubana Enrique Oltuski Osaki visitó Israel en 1997 por invitación del ministro de Agricultura y político de derecha Rafael Eitan (no confundir con Rafi Eitan). De esa visita “no oficial,” el viceministro Oltuski expreso opiniones favorables sobre el desarrollo “de la agricultura, y la acuicultura israelí.” Poco tiempo después, el presidente del comité de deportes israelí visito la isla y firmo un convenio de colaboración deportiva con el Instituto Nacional de Deportes (INDER) de Cuba.
Aunque el ministerio de relaciones exteriores israelíes negó que el restablecimiento de relaciones estuviera en la agenda, la actitud general fue de permitir aproximaciones “no oficiales” en lo político combinada con un mayor intercambio económico y social. Tal cautela se explica no solo por las diferencias entre los dos países en cuanto a problemas centrales de la actual coyuntura internacional sino fundamentalmente por el deseo de no generar conflictos con sus aliados de ambas partes. Es lógico esperar que un eventual cese del embargo norteamericano contra Cuba y una reactivación del proceso de paz en el medio oriente derramen efectos positivos sobre las relaciones Cubano-israelíes.
En el mundo internacional post-Septiembre 11, Cuba ha ajustado su política exterior y estrategia de solidaridad a opciones de “poder suave.” Aunque presente desde los años 60, la colaboración médica, profesoral y deportiva se ha convertido en la principal, reduciendo a proporciones ínfimas la presencia militar cubana allende sus fronteras. El número de estudiantes palestinos en Cuba ha sido reducido sustancialmente, ante todo por el deterioro de la situación económica cubana pero también por las ofertas de becas y colaboración de naciones europeas y hasta de EE.UU. a la autoridad nacional palestina. Israel, por su parte nunca ha rechazado el desarrollo de ese tipo de colaboración de otros estados con los países árabes, mas bien ha expresado disposición a ser parte, a pesar de los rechazos de los gobiernos y hasta de la población árabe, de proyectos similares.
En el plano multilateral la relación sigue caracterizada por un marcado patrón de hostilidad donde los dobles estándares son práctica común. Cuba fue uno de los tres países no musulmanes que acudió a la corte internacional de Justicia en la Haya a declarar en contra del muro de seguridad desarrollado por Israel. Cada año, Cuba auspicia varias resoluciones contra Israel en los órganos de derechos humanos y descolonización de las naciones unidas, repitiendo el patrón de politización y doble estándar que repudia en el tratamiento de su caso. Israel, por su parte, también aplica un doble estándar al condenar su exclusión de su grupo regional y la política árabe de boicot mientras rechaza la votación de la Asamblea general de la ONU contra el embargo a Cuba.
Dicho esto, es importante reconocer el cambio del sistema internacional. El no alineamiento es hoy más que nunca una amalgama amorfa sin orientación. Sus propias reuniones cumbres se han tornado eventos de bajo perfil. En ese contexto, incluso si Cuba decidiera activar su política hacia el levante, no tiene muchas posibilidades de tener un impacto significativo.
Desde el punto de vista económico y político, Israel y Cuba tienen mucho que ganar en separar las esferas diplomáticas multilateral y bilateral y procurar aislar las turbulencias de la primera en el estado de la segunda. Es claro que Cuba e Israel tienen relaciones sub-optimas, incluso desde la aceptación de sus identidades y alianzas. ¿Por qué no hay oficinas de intereses o consulares respectivas de Cuba e Israel en La Habana y Jerusalén, o al menos en Tel Aviv, si tal vínculo institucional existe entre Cuba y EE.UU. y ha existido entre Israel y otros estados como remedio equiparable a la no existencia de relaciones formales? Por lo menos, Cuba e Israel podrían tener un vínculo institucional como el que tienen sus aliados con la contraparte.
La existencia de un flujo de viajeros entre Israel y Cuba por la emigración de cubanos a Israel, la reanimación de la comunidad hebrea cubana, el aumento del turismo y las inversiones israelíes en Cuba demanda ajustes a la relación bilateral por lo menos a nivel consular. Estos grupos son fuentes de intereses en una institucionalización que formalice y facilite las transacciones y movimientos entre las dos sociedades. El vínculo bilateral está a la espera de una nueva etapa, en la que el pragmatismo, la reciprocidad y los vínculos de mutuo beneficio predominen sobre la hostilidad.
RECOMENDACIONES
Este estudio de las relaciones cubano-israelíes sugiere las siguientes recomendaciones:
- Separación de las relaciones diplomáticas de las consulares: Cuba e Israel deben separar sus relaciones diplomáticas de las consulares como modo de establecer un vínculo estable y permanente a nivel consular con oficinas en sus respectivas capitales sin crear conflictos con sus respectivos aliados. Esta fórmula funcionará en la medida en que cada parte reconozca la artificialidad de la separación y actué sensiblemente en consecuencia.
- Reciprocidad: A nivel multilateral, ambos países han adoptado una reciprocidad en la confrontación. Una dinámica diferente puede ser una reciprocidad de rivalidad. Por ejemplo, expresiones claras de diplomáticos israelíes y cubanos en la ONU explicando su voto en términos de alianzas mas que apoyo pueden ser usadas por los oponentes de los boicots de EE.UU. contra Cuba y los países árabes contra Israel para socavar esas políticas. Cuba e Israel pueden por ejemplo auspiciar resoluciones genéricas que condenan todo tipo de embargos, dobles estándares o aislamientos regionales.
- Promover la acción de actores no oficiales: La comunidad hebrea cubana, como principal público sionista en la isla debe ser más activa en la promoción del vínculo bilateral. Por ejemplo, la comunidad, en alianza con la fundación Wolf, puede instituir el premio Ricardo Subirana Lobo para personas destacadas en la promoción de relaciones entre Israel y Cuba. Los grupos israelíes de inversionistas en la isla deberían sostener diálogos con las autoridades de los dos países procurando una relación funcional a sus necesidades. Grupos sociales como sindicatos, organizaciones sociales y partidos políticos pueden comenzar a establecer relaciones entre las sociedades de ambos países.
- Expandir el intercambio académico, cultural y de colaboración científica en temas nobles como agricultura, acuicultura, protección medio ambiental, etc. Un problema real es el desconocimiento en ambas chancillerías y sistemas políticos de las dinámicas sociales y actores en el otro país. En ese sentido, seria positivo que ambos ministerios de exteriores otorgaran becas a funcionarios o estudiantes de las respectivas academias diplomáticas.
- La comunidad judía norteamericana debe continuar su dialogo con las autoridades cubanas reafirmando su oposición al embargo pero también expresando públicamente su esperanza en un cambio de actitud de la Habana hacia Israel. No es casual que la aseveración de Fidel Castro sobre su desconocimiento de la oposición cubana a la derogación de la resolución sionismo igual racismo fuera hecha a un grupo del Congreso Judío Americano.
APÉNDICE 1
Tipología cronológica de las relaciones cubano-israelíes (1959–2008)
FOOTNOTES
1. En la teoría de política exterior propuesta por Alexander George, los intereses vitales nacionales son tres valores nacionales fundamentales o irreducibles: (1) La seguridad y sobrevivencia física del estado; (2) la preservación de su independencia soberana; y (3) la promoción de la vida económica del país o al menos una condición mínima de bienestar para la población residente en el estado. Alexander George, 2006, On Foreign Policy, Boulder, Paradigm Publishers, pp. 9–10
2. George, 2006.
3. Ver Apéndice 1.
4. Sobre el tema de sesgo en la discusión de derechos humanos en el sistema internacional ver Jack Donnelly, 1988, “Human Rights at the U.N, 1955–85: The Question of Bias,” International Studies Quaterly 32, September, 275–303 y Anne Bayefsky, Inequity in the United Nations Human Rights System, Justice #6, www.intjewishlawyers.org/pdf/Justice%20%206.pdf.
5. Ver Domingo Amuchástegui y Emilio Arias, “Consideraciones sobre el voto cubano contra la partición,” en D. Amuchástegui y otros, 1988, Problemas actuales del mundo árabe. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. El argumento de Amuchástegui y Arias coincide con el expresado por Enrique Corominas, segundo jefe de la legación argentina según el cual Cuba votó contra la partición como represalia por la aprobación por EE.UU. de restricciones a la cuota azucarera. Es un argumento sin evidencias. La opinión de Corominas es citada en Israel Jabbaz, 1960, Israel nace en Naciones Unidas, Buenos Aires. El mejor análisis sobre el tema de la votación cubana es Ignacio Klich, “Cuba’s opposition to Jewish statehood in Palestine, 1944–49: A critical review of varying interpretations.” The Middle East Journal 51, no. 3 (1997): 405–417.
6. Ver Isaac Gelen, “José Martí and the Jews,” Outlook, January/February 1996, pp. 19–20.
7. Sobre la labor de Rubens por la independencia de Cuba ver, Herminio Portell Vilá, 1941, Historia de las relaciones de Cuba con EE.UU y España. Vol. 2 y 3, Biblioteca de historia, filosofía y sociología.
8. Ofelia Domínguez, 1944, “Manifiesto del pueblo cubano por un comité Pro-Palestina,” El Avance Criollo, Abril 14. 9. El acuerdo de 1919 en respaldo a la Declaración Balfour fue adoptado como resultado del cabildeo de un incipiente grupo sionista liderado por David Bliss.
10. Citado en Klich, 1997, p. 406.
11. Ver Waldo Díaz, Una explicación sobre la votación cubana contra la partición, folleto mimeo, s/p, La Habana. Díaz sostiene que el embajador Belt fue comprado por la delegación Saudita que regaló una joya de gran valor a la señora de Belt. Según el director de la Agencia Judía para América Latina, Moshe Tov, Belt “tomaba instrucciones de los elementos mas reaccionarios, antisemitas y pro-intereses petroleros del Departamento de Estado.” Moshe Tov, 1983, El murmullo de Israel: historial diplomático, Jerusalem.
12. Sobre las organizaciones fascistas en Cuba ver el libro de Juan Chongo Leiva, 1989, El fracaso de Hitler en Cuba, ed. Letras Cubanas, La Habana.
13. Bernardo Benes describió a Robert Levine como una vez exiliado, Primitivo Rodríguez antes de morir expresó su arrepentimiento por tales posiciones antisemitas. Ver Robert Levine, 2001, Secret Missions to Cuba, Palgrave, New York, p.75.
14. Emilio Núñez Portuondo. Los problemas de América Latina con EE.UU. Posición de Cuba en las Naciones Unidas. Folleto. New York 1958.
15. Sobre la siembra de este bosque, ver entrevista de Maritza Corrales a José Blumenkrantz, en Maritza Corrales, 2005, Jews in Cuba, Saucedo Press, Chicago. Otra acción importante fue la creación del barrio Cuba en Rejovot con donaciones cubanas. Ver Aurora, Semanario Israelí en castellano, 11/02/2007.
16. Incluso existe el rumor de que Fidel Castro fue orador en ocasiones del comité pro Palestina Hebrea y que habló en el acto de solidaridad con la creación del estado de Israel celebrado en la colina universitaria en Mayo de 1948. Tal rumor es citado por el activista comunitario Moisés Asís en el documental “Havana Nagila.” Ver Laura Paul, “Havana Nagila,” documental, San Francisco, 1995.
17. Sobre Enrique Oltuski, ver sus memorias: Enrique Oltuski, 2000, Gente del Llano, Imagen Contemporánea, La Habana.
18. Décadas más tarde, Enrique Oltuski afirmaría en una entrevista que en su viaje a Israel en los noventa insistió en visitar la tumba de “Golda Meir, a quien he admirado mucho.” Ver Corrales, 2005, p. 142.
19. Silber fue entrevistado por Yoram Shapira, 1979, “Cuba and the Arab-Israeli Conflict,” en Cole Blasier and Carmelo Mesa-Lago, Cuba in the World, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh. Según el diplomático israelí Haim Yari, en conversaciones con Carlos Rafael Rodríguez, presidente del Instituto Nacional de Reforma Agraria, este mencionó sus relaciones con sionistas de izquierda y expresó admiración por los logros de Israel en la agricultura.
20. Sobre la amistad del Che y Mitrani y el viaje de este ultimo a la Habana con un mensaje diplomático israelí, ver John Lee Anderson, 1997, Ernesto Che Guevara: A revolutionary life, Ed. Grove Atlantic, New York.
21. Corrales, 2005, p. 53. Subirana Lobo compró la embajada cubana en Israel que fue establecida en Herzliya. Al romper Cuba las relaciones en 1973, Subirana Lobo permaneció en Israel y creó la fundación Wolf de importante contribución al desarrollo científico en Israel. Ver http://www.aquanet.co.il/wolf/wolfinfo.html.
22. Citado en Margalit Bejarano, 2009, “La Revolución Cubana, la Comunidad Judía y la Legación de Israel en la Habana, 1959– 1967,” Judaica Latinoamericana, Vol. VI, Magnes Press, Jerusalem p. 249.
23. Según un reporte diplomático israelí de enero de 1963, “En todas nuestras conversaciones con el Ministerio del Exterior Cubano así como con otras personalidades públicas, nunca sentimos un tono antiisraelí o anti-sionista. Por supuesto que esto es totalmente diferente cuando se trata de un comunista judío de Europa Oriental.” Kimron a Malat 29.1.1963. Citado en Bejarano, 2009, p. 257.
24. Yoachim Prato, el primer ministro plenipotenciario en La Habana después de 1960 reportó al ministerio de relaciones exteriores en febrero de 1961: “A pesar de la tendencia de la propaganda oficial de dividir el mundo en dos: los soviéticos y sus amigos, por un lado, y los imperialistas y los que cumplen su voluntad por el otro, nosotros recibimos un silencio que tenemos que bendecir.” Prato al Ministerio del Exterior, ISA hz3342/39 Citado en Bejarano, 2009, p. 259.
25. Entrevista al primer ministro Fidel Castro por K. S. Karol para Nouvel Observateur citada en Le Monde, Septiembre 21, 1967.
26. Sobre las relaciones de Nasser con el Che Guevara, Mohamed Heikal, la persona más cercana a Nasser, ha referido frases irrespetuosas usadas por el presidente egipcio en relación al proyecto cubano de solidaridad anticolonialista en África central. “Quieres convertirte en otro Tarzán,” le dijo Nasser al Che. Ver Mohamed Heikal, The Cairo Documents, Doubleday, Nueva York, 1973.
27. Shlomo Levav, jefe de la misión diplomática Israelí en Cuba después de la Guerra de 1967 reportó que el embajador Subirana Lobo le había comentado que Fidel Castro había rechazado presiones directas del premier soviético Andrei Kosiguin para que rompiera relaciones con Israel. Citado en Margalit Bejarano, 2009, “A Diplomatic Account of an Inevitable Divorce: Relations between Cuba and Israel, 1959–1973.” Ponencia presentada en Conferencia de Estudios Cubanos del CRI-FIU.
28. Citado en Inge Detschkron, Weekly Suplement, MA’ARIV, Israel, May, 26, 1978. La similitud ha sido señalada por otros como el historiador Piero Gleijeses. En un pasaje suprimido de la edición cubana de su documentado estudio Misiones en Conflicto, Gleijeses afirma que: “quizás la mejor analogía (para la política exterior cubana) es Israel. Israelíes y cubanos eran dependientes del apoyo económico y militar de sus tutores extranjeros pero ambos conservaron su independencia.” Piero Gleijeses, 2002, Conflicting Missions, The University of North Carolina Press, Chapel Hill, p, 373. Basados en la misma analogía, Brenner y Kaufman han escrito una interesante advertencia a Israel a partir de la experiencia cubana tras el colapso soviético. Ver Philip Brenner y Edy Kaufman, “The tail without the dog.” El artículo fue enviado al autor por el Dr. Brenner en un correo electrónico.
29. Corrales, 2005, p. 52.
30. Margalit Bejarano, 1990, “Antisemitism in Cuba under democratic, military and revolutionary regimes: 1944–1963,” Patterns of Prejudice Vol 24, #1, p.40.
31. Shapira, 1979.
32. Acerca de la identidad socialista de Israel en los años 60 consultar Meter Y. Medding, 1990, The founding of Israeli Democracy, Oxford University Press, New York.
33. Citado por Maurice Halperin a partir de entrevista con Shlomo Levav. Maurice Halperin, 1981, The Taming of Fidel Castro, University of California Press, Berkeley, p. 245.
34. En entrevista con K.S.Karol, Fidel Castro afirmó: “Los países socialistas no han mantenido el principio de romper relaciones con países agresores. Si es fuera así, ya habrían roto relaciones con los agresores norteamericanos en Vietnam.” K. S. Karol, 1971, Guerrillas in Power, Jonathan Cape, London.
35. El embajador Shlomo Levav, representante Israelí en Cuba, relató que después de la conferencia Tri- continental de la Habana en enero de 1966, altos funcionarios cubanos aclararon que la conferencia fue un foro de organizaciones políticas, que sus resoluciones expresaban un sentimiento de esos grupos pero que las relaciones entre Cuba e Israel eran un asunto del gobierno y que la OSPAAL dirigida por Osmani Cienfuegos no era una entidad gubernamental. Ver 1968, Israel, un tema para la izquierda, Ed. Nueva Sión, Buenos Aires, p. 290.
36. Sobre la invitación a Elie Wiesel a visitar la Habana ver: Elie Wiesel, 1995, All the rivers run to the sea, Alfred Knopf, New York, pp. 344–345.
37. Ricardo Alarcón de Quesada, Statement at a special session of the United Nations General Assembly. Ver Granma, June 24, 1967, p.5.
38. Ricardo Alarcón de Quesada, Statement at a special session of the United Nations General Assembly, Granma, June 24, 1967, p.5.
39. Aquí uso el concepto de realismo en la acepción que tiene en la teoría de las relaciones internacionales. Para una explicación de ese corte ver Jack Donnelly, 2000, Realism in International Relations, Cambridge University Press, Cambridge.
40. El primer discurso de Fidel Castro en la cumbre solo tiene una referencia a Israel, afirmando que es Estados Unidos su principal soporte, no la URSS. La ruptura es proclamada en una segunda intervención. The Jerusalem Post subtituló su articulo “Cuban move a surprise” citando al embajador Ricardo Subirana Lobo, quien resumió los vínculos bilaterales al momento de su ruptura: “Israel tenía un contacto político reducido con Cuba pero sus relaciones comerciales eran buenas,” The Jerusalem Post, September 10, 1973, p. 1. El diario Ma-Ariv, de Septiembre 10, 1973, citó al embajador Subirana Lobo como “perplejo” por la ruptura de relaciones entre los dos países.
41. El intercambio comercial entre los dos países nunca fue mayor de dos millones de dólares en ambas direcciones entre los años 1959 y 1965 de los que se disponen los datos.
42. Ver Granma Weekly, September, 16, 1973.
43. Jorge Domínguez, A World Safe forRevolution, Harvard University Press, Cambridge, 1989, p. 223.
44. El general Néstor López Cuba explicó la participación cubana: “Era un pelotón de tanques. Se produjeron algunos duelos de artillería. Nos averiaron dos tanques. Vivíamos en un hueco, en una chabola en condiciones de campaña. En febrero de 1975 regresamos a Cuba.” Luis Báez, Secretos de Generales, en http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/generales/index.html.
45. Cuba promovió intercambios militares entre terroristas palestinos y movimientos revolucionarios latinoamericanos como los Sandinistas y el FMLN del Salvador, uno de cuyos líderes, el líder comunista Schafick Handal, de origen árabe, no escatimó pronunciamientos antisemitas, incluso en la TV cubana. Israel por su parte vendió armamento militar a regimenes dictatoriales latinoamericanos, incluso cuando la Administración Carter los boicoteó. Un caso demostrativo de una política nacionalista que contrasta con el activismo cubano fue el gobierno del general Omar Torrijos en Panamá que desarrolló excelentes relaciones con Cuba y otros movimientos revolucionarios latinoamericanos y los países árabes pero también con Israel.
46. Resulta interesante a ese respecto el informe sobre la visita de Jack Rosen, presidente del American Jewish Congress, a Cuba en 1999 y su encuentro con el Presidente Fidel Castro: “…el más animado intercambio ocurrió en torno al planteamiento del AJC acerca de que Cuba fue el único país del hemisferio occidental que votó en contra de la eliminación de la infame Resolución ‘Sionismo igual Racismo.’ Sorpresivamente, el Presidente Castro dijo no tener conocimiento de este voto. Sin embargo, ofreció consultar al respecto con los funcionarios relevantes al mismo. (…) el tema parece continua bajo examen, aunque informalmente se comunicó el criterio de que el voto refleja la irritación cubana ante el hecho de que Israel vota consistentemente del lado de EE.UU. y contra Cuba en cada cuestión que discuten las Naciones Unidas.” Phil Baum, 2000, “American Jewish Congress Perspective on Cuba,” en Judaism, Issue No. 194, Vol 49, Spring, p. 217.
47. José Miller, citado en Corrales, 2005, p. 52.
48. Isidoro Aizenberg, 1979, Confidential Report to Alan Rose, Canadian Jewish Congress, Montreal, July 23, p.12.
49. Ver el articulo de Nidia Díaz, 2001, “El holocausto de nuestros días,” Granma. La autora lanza la acusación de que “millones de dólares” se gastan en recordar el holocausto hebreo para ocultar el “holocausto” palestino de nuestros días. Nidia Díaz también responsabiliza a Israel por la falta de un estado palestino en los territorios ocupados por Jordania y Egipto antes de 1967.
50. Otros ejemplos de propaganda antisionista, y sesgo antijudío, son, Tony Fernández, 1981, Sionismo, el facismo de la estrella de David, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, y Domingo Amuchástegui, Palestina: dimensiones de un conflicto.
51. Para referencias del presidente Fidel Castro contra el antisemitismo, ver Frei Betto, 1985, Fidel y la Religión, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, pp. 101, 107–108, 123. La entrevista con Jeffrey Goldberg se encuentra en Jeffrey Goldberg, 2010, “Castro: No one has been slandered more than the Jews.” http://www.theatlantic.com/international/archive/2010/09/castro-no-one-has-beenslandered- more-than-the-jews/62566/.
52. Para una documentada comparación de la situación de derechos humanos en el medio oriente ver, Sara M. Averick, 1988, A Human Rights Comparison: Israel versus the Arab States, AIPAC papers, Washington, y Alan Dershowitz, 2003, The Case for Israel, John Wiley & Son, Hoboken, New Jersey.
53. La pluralidad de criterios en esos eventos es muy limitada. El autor de estas líneas sufrió en ocasiones la decisión de algunos académicos o funcionarios de esos centros de “evitar problemas” impidiendo la presentación de ponencias por cubanos con una visión mas equilibrada sobre el sionismo. Me consta que académicos norteamericanos como los profesores Michael Bishku, Robert Hazan, y Shaul Gabbay han participado en debates en esos eventos con posiciones favorables por ejemplo a los acuerdos de Oslo, discrepando con los representantes palestinos en la Habana y algunos académicos cubanos. Me consta también que cuando representantes palestinos en La Habana lanzaron diatribas contra los académicos extranjeros, miembros de la academia cubana como el Dr. Roberto González, Armando Entralgo, Miguel Alfonso y Luis Mesa Delmonte exhortaron al respeto por opiniones diferentes.
54. Sobre las complejidades del heterodoxo alineamiento cubano con Moscú ver Phillip Brenner y James Blight, “The discovery and meaning of Fidel Castro’s Speech,” prólogo de Sad and Luminous Days: Cuba’s Struggle with the Superpowers after the Missile Crisis, Lanham, Rowman and Littlefield.
55. Peter Kornbluth, 1999, “JFK & Castro: The secret quest for accommodation,” Cigar Aficionado, September/October.
56. Ver discurso de Fidel Castro en las Naciones Unidas, Octubre 12, 1979, en la base de datos de LANIC.
57. Esta tesis es desarrollada por Allan Metz, 1993, “Cuban-Israeli Relations: From the Cuban Revolution to the New World Order,” Cuban Studies, Vol. 23, pp. 113–134.
58. Gad Nahshon, 2000, “Dr. Yehuda Lancry: A United Nations Miracle,” en http://www.jewishpost.com/archives/news/dr-yehudalancry- a-united-nations-miracle.html.
59. Barack Ravid, 2010, “Netanyahu: Fidel Castro has a deep understanding of Jewish history,” Haaretz, 25 de septiembre. http://www.haaretz.com/news/diplomacy-defense/netanyahu-fidel-castro-has-a-deep-understanding-of-jewish-history-1.315630
60. Ver Arturo López-Levy, 2003, “The Jewish Community in Cuba in the 1990s” en Margaret Crahan, editor, Religion, Culture and Society: The Case of Cuba, Woodrow Wilson International Center for Scholars, pp. 79–89.
61. Avi Ashkenazi, “Subir a Israel,” s/f. Este artículo publicado por Ashkenazi describe los logros y dificultades de la emigración hebrea cubana hacia Israel.
62. Michael S Arnold, 1999, “Castro’s Jewish bargaining chip,” Jerusalem Post, October, 15.
63. Ver, “USA pressuring Israel not to pursue relations with Cuba,” 1993, in Hebrew, Yediot Ahronot, September 28. “The American Administration explained to the Israeli representatives that in their estimation, the Castro regime is presently standing ‘before a fall,’ and it is therefore not for Israel to give a hand to a regime the US wants to see eliminated. It is also known that diplomats in the U.S embassy in Israel have been turning to the Foreign Ministry in Jerusalem to request explanations of reports reaching them of commercial ties between Israel and Cuba.” Para las informaciones en hebreo conté con la gentil traducción al ingles de Jonathan Silverman del American Jewish Joint Distribution Committee.
64. H. Michael Erisman, 2000, Cuba’s Foreign Relations in a Post-Soviet World, University Press of Florida, Gainesville, p. 197.
65. Los jóvenes de la comunidad hebrea cubana, Deborah Soriano y Eduardo Bradman, atendieron a estos delegados como parte del Festival. Desafortunadamente, el comité organizador no permitió que los jóvenes israelíes hablaran al plenario a pesar de que se le concedió la palabra a varios delegados árabes incluyendo al ministro de la juventud sirio. A modo de consuelo se les permitió hablar en una comisión sobre experiencias de organizaciones juveniles. Eduardo Bradman, entrevista con el autor. Tel Aviv, 2001.
66. “Fidel Castro signals Jerusalem. Wants diplomatic ties,” 1993, Yediot Ahronot, September 28.
67. Israel Shahak, 1994, “Israeli Cultivation of Cuba reflects contempt for U.S policies”, Washington Report on Middle East Affairs, January,
68. Zadok Yehezkely, 1994, “Rabbi Lau will meet with President Castro in Cuba tomorrow,” Yediot Ahronot, February 6.
69. Zador Yehezkely, 1004, “400 of Cuba’s Jews want to emigrate to Israel,” Yediot Ahronot, February 8, p.6
70. La declaración del MINREX combinó la condolencia por la muerte de Rabin con críticas anti-Israelíes, lo nuevo fue la expresión de condolencia.
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