Marianela es una muchacha afro-descendiente de 24 años de edad, de Guanabacoa. Casi todos los cubanos dirían “una mulatica.” Completó un técnico medio en laboratorio, y consiguió un trabajo en el Hospital Maternidad Obrera localizado en Marianao. Como técnico de laboratorio ganaba unos 425 pesos mensuales, aproximadamente $17 dólares. Desde los 20 años comenzó a suplementar su salario en CUCs,1 ofreciendo sus servicios como trabajadora sexual, o sea, como jinetera. Cayó presa por primera vez en los alrededores de Varadero. Se le hizo una advertencia que tuvo que firmar en la estación de policía. La segunda vez que la detuvieron, la internaron durante ocho meses en un centro penitencial de trabajo y reeducación. Hace seis meses que está en la calle, y a pesar de su preparación, no tiene trabajo. “De las mujeres negras nadie se ocupa en este país,” le dijo a un contacto nuestro. “Aquí no hay ni peluquería para mujeres de mi raza. Si yo pudiera trabajar en eso, mi vida cambiaría. Pero, con qué lo hago, si no tengo ni donde caerme muerta.” A Marianela se le están pagando las clases de peluquería con una instructora local, y se le ha suministrado el instrumental necesario de peluquería e insumos iniciales, todo por un costo de menos de $600 dólares.
Clara Luz es otra joven afro-descendiente, de 26 años. A ella le dirían “la negrita.” Vive en Guantánamo, es divorciada y tiene tres hijos de dos matrimonios infructuosos. El primer marido emigró para La Habana; el segundo se fue del país. No sabe de ninguno de los dos. Clara Luz no es una madre soltera, es una madre sola, que no es lo mismo. Terminó la secundaria y trabaja en una florería haciendo coronas para las funerarias locales. Cuando el Estado no suministra flores, que es muy frecuente, no puede hacer su trabajo, y entonces cobra solamente parte de su sueldo de 342 pesos, o sea, menos de los $14 dólares mensuales que el sueldo representa. Clara Luz descubrió el turismo extranjero en el área de Holguín, donde además hay menos vigilancia que en Guantánamo. Un fin de semana al mes ella y una amiga que vive en similares circunstancias viajan a Holguín, a cazar turistas. Docenas de muchachas hacen lo mismo desde Guantánamo, Santiago de Cuba, Granma y Las Tunas. Clara Luz no quiere ser jinetera. Oyó hablar del trabajo por cuenta propia. Dice que con su madre y una vecina puede preparar almuerzo y café para trabajadores locales que ya no tienen comedores en sus centros de trabajo. Pero tendría que arreglar su cocina, comprar útiles para ese servicio, abastecerse de comida. El cálculo de inversión es de $1,500, incluyendo el arreglo de la cocina. $500 por cada una de las tres cuentapropistas.
Xiomara es de Placetas. Es blanca. Tiene 37 años, dos hijos adolescentes, casada con un hombre asmático, y una madre minusválida. Lavaba y planchaba para la calle, pero la lavadora se le rompió, y su vieja plancha ya no funcionaba como antes. Cuando la conocimos, estaba tratando de resolver, sin éxito. Le compramos dos planchas modernas, una tabla de planchar, le facilitamos fondos para conseguir una nueva lavadora y para que arreglara la vieja. Se le compraron percheros, almidón, añil, palitos de tendedera, dos cubos para hervir la ropa y cestos para dividirla. Su cuñada usa la segunda plancha para planchar a domicilio. Una prima cuya máquina de coser llevaba rota hacía años, propuso que con una máquina de coser, ella podía ofrecer servicios de costura. Mandamos a arreglar la máquina, y le suministramos toda suerte de utilería de costura, desde hilos y zippers, hasta botones, agujas, alfileres y tijeras profesionales. Entre las tres mujeres, han armado prácticamente una tintorería, con una inversión de $1,260 o $420 promedio por cuentapropista.
Podríamos pasarnos el resto de la mañana citando ejemplos de lo que es, en efecto, una iniciativa de fomento de cuentapropismo de género que la Red Feminista Cubana (Redfem)—en la que los tres panelistas en esta mesa estamos involucrados—lleva siete años desarrollando con la convicción de que sin cubanas, no hay país, y de que la primera prioridad de toda política de desarrollo micro-económico en Cuba tiene que ser para con las mujeres.
¿Discriminación a la inversa? ¿Privilegios injustificables? No, para nada. Ese problema conceptual está resuelto hace rato. En Estados Unidos se le ha llamado “leveling the playing field”—equiparar las reglas del juego, y el juego mismo. El modelo que Redfem propone que debe emularse es un modelo cubano, pues ya en Cuba desde la primera década del siglo 20 quedó aprobada una ley que protegía y garantizaba los empleos a las cubanas antes de que pudiera emplearse a un extranjero. No obstante, vale la pena repasar las definiciones que tenemos a mano sobre la Acción Afirmativa. Cito del website “Race, Gender and Affirmative Action” (2008):
Las políticas de Acción Afirmativa incluyen aquellas: (1) que pretenden desmontar normas y sistemas culturales institucionalizados o informales, que mantienen a grupos específicos en desventaja y en un estado de inequidad histórica; (2) que tratan de promover un ideal de comunidad incluyente como son los modelos de democracia, integración y multiculturalismo; (3) que clasifican a las personas de acuerdo a una identidad definida (o varias) en términos de raza, género, etnia, orientación sexual, etc., y se rigen por dichas clasificaciones al seleccionar personas para participar en esta o aquella institución, programa o actividad.
Los muchos estudios sobre este tema clasifican los argumentos a favor de la Acción Afirmativa en 4 categorías: por razones de justicia; de democratización; de utilidad social; de derechos civiles (específicamente libertad de expresión y educación). En el caso de Cuba, hay dos razones ineludibles, que concuerdan con la dos y la tres. En primer lugar: la que propone que para lograr una sociedad verdaderamente democrática, los diversos grupos poblacionales deben tener igualdad de oportunidades y acceso a todos los recursos; y en segundo lugar: la utilidad social que se deriva de apoyar por igual a todos los ciudadanos y ciudadanas, contando con el abanico demográfico total, a favor de un bien común superior.
Lo dijimos hace 20 años en una conferencia en esta misma ciudad sobre el futuro de la mujer cubana, parafraseando a Jorge Más Canosa: hay que hacer de cada proletaria, una propietaria. Y lo hemos dicho ya muchas veces: hay que aprovechar las modestas reformas oficializadas en el VI Congreso del Partido, y fomentar el empleo por cuenta propia entre las cubanas.
Según las cifras publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), al cierre del 2008 había 1,875,200 mujeres en la fuerza laboral de Cuba, a pesar de que un poco más de tres millones de cubanas están en edad laboral. Las mujeres son el 37,9% de la fuerza laboral activa, y el 46,7% de las mujeres ocupadas lo están en el sector estatal civil.
El 66% de los ocupados en cargos técnicos son mujeres. Según la misma fuente, sólo el 23,1% de los trabajadores por cuenta propia son mujeres, lo que confirma lo que dije en este foro hace 2 años: que en el cuentapropismo en Cuba imperaba el cuentapriapismo.
En términos de género, esas cifras son doblemente precarias. Calcúlese que del medio millón de obreros que serán despedidos de sus empleos estatales durante los próximos meses, la mitad—250,000—probablemente serán mujeres.
Por ejemplo, la mayoría de los trabajadores en la Industria Ligera, Alimentación, Educación y Salud Pública es femenina. Saber eso nos permite calcular que cuando en una fábrica de galletas se despide a 50 empleados, sin lugar a dudas más de la mitad de ellos son mujeres. Cuando se pretendió desocupar a los empleados de trenes en Santiago de Cuba hace unos años, casi todos eran mujeres.
Hay más mujeres en la tercera edad (la población mayor de 60 años es aproximadamente 52% femenina y 48% masculina); en la educación y la salud pública, predominan las mujeres. Según las cifras ya citadas de la ONE, el 58% de los médicos en el país son mujeres (43,250); un promedio de 86,4% (93,000) del personal de enfermería es femenino; y el 75,3% de los técnicos medios (104,800) también son mujeres. Es irrefutable que:
- la economía familiar en la Isla recae, en un alto por ciento, sobre los hombros de las mujeres;
- hay un alto porcentaje de familias encabezadas por madres solas, y en muchas no hay tan siquiera manutención paterna a los hijos;
- la pobreza en el mundo entero se feminiza a pasos agigantados, y Cuba confirma la regla;
- al paso que vamos habrá más mujeres que hombres en la Isla (menos mujeres emigran y en general las mujeres viven más años).
El mayor reto, sea cual sea el renglón de la economía que se aborde, es acabar de levantar la muralla que impide que los cubanos y las cubanas prosperen y contribuyan con su energía y talento al progreso de la sociedad. Y si bien a partir del VI Congreso del Partido parecería que se pretende ganar la batalla contra el inmovilismo—sobre todo con la apertura al cuentapropismo, las diversas ventas particulares que se autorizan (autos, inmuebles), la tenencia de tierras para la agricultura, por mencionar tres áreas—lo cierto es que la infraestructura no está preparada, ni pensada, ni engrasada para que la pequeña empresa privada funcione óptimamente.
Nuestra experiencia reciente en fomentar el cuentapropismo de género nos confirma que no hay ni recursos propios en la isla, ni insumos disponibles para abastecer o renovar un inventario, o para arreglar o adaptar un local, ni dónde comprar equipos o maquinaria necesarios en el país, ni una política crediticia que favorezca el micro-crédito.
Es por eso que hay que fomentar desde afuera las libertades y derechos socio-económicos de los cubanos, y particularmente de las cubanas. Nosotros los que pensamos a Cuba diariamente y la sufrimos y reinventamos en nuestro imaginario, tenemos que pensar “outside the box”… pensar con nuevos enfoques de futuro, no de pasado. Hay que fomentar el “people to people”… el “familia a familia”…. Nada como la propia experiencia de progresar y lograr un bienestar, para cambiar la mentalidad de una nación cautiva y aislada, “one person at a time,” de uno en uno.
Es por eso que hacemos esta advertencia—o llamamiento—a influir en el futuro inmediato de Cuba involucrándonos con el cubano y la cubana de a pie. Lejos de suspender o restringir los viajes a Cuba, habría que multiplicarlos. Un pueblo no se rebela contra sus opresores por hambre o miseria o aislamiento. El contacto con familiares y amigos fuera de Cuba, y con extranjeros—específicamente con norteamericanos—sirve de estímulo para un pueblo que siempre ha tenido “lo americano” como obsesión. No, los canadienses, los italianos y los españoles no promueven deseos de prosperidad como lo puede hacer “un americano,” o un cubanoamericano. Las feministas de principio de siglo 20 fueron las primeras en aplaudir la cultura liberal de Estados Unidos, sus reformas sociales, el voto de la mujer, la igualdad (aunque más bien teórica) de los afro-descendientes, ante la tradición retrógrada de la madre-patria conservadora, racista y católica.
Nos hemos olvidado que los primeros 30 años de la República vieron la adopción de leyes en pro de las mujeres y los niños, influencia de un exilio en EEUU durante más de medio siglo que comenzó 100 años antes del nuestro. En esos primeros 30 años del siglo 20 se legalizó—a beneficio de las mujeres—el divorcio, el aborto, la propietariedad y el derecho a herencia, la potestad de los hijos, el derecho al trabajo y a la educación, mucho antes de llegar al derecho al voto en 1934.
Cuba fue precursora de la Acción Afirmativa a favor de las mujeres, y ya en la Constitución de 1940 se mencionaba la igualdad de género, algo que las norteamericanas todavía esperan bajo el nombre de Equal Rights Amendment, setenta años más tarde.
Sí: hay que empoderar a las cubanas para la democracia y el libre mercado, para los negocios y los micropréstamos, para las inversiones y la generación de riquezas. Y hay que empezar ahora, no dentro de cinco años. Hay que empezar ahora que hay pequeñas grietas y oportunidades. Red Feminista Cubana lanzó esta estrategia hace ocho años, una estrategia totalmente civilista y no-política, teniendo en cuenta que hay que tratar de influir a 11 millones de cubanos— y a 5.5 millones de mujeres—no solamente a disidentes en potencia.
Esto es también un asunto de derechos humanos. En su ensayo “Women’s Human Rights: An Introduction,” 2 las Dras. Charlotte Bunch, directora del Centro de Liderazgo Global de la Mujer de la Universidad Rutgers, NJ y Samantha Frost, profesora de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, señalan lo siguiente:
Los derechos humanos abarcan diversas facetas indivisibles de la existencia humana: lo civil, lo político, lo social, lo económico y lo cultural. La premisa de la indivisibilidad de dichas facetas resalta el hecho que las personas sólo pueden vivir con dignidad y ejercer sus derechos humanos en su totalidad si se reconoce a priori que dichas facetas son inter-dependientes. Que los derechos humanos sean indivisibles es un hecho muy importante para las mujeres, ya que históricamente, los derechos civiles y políticos de las mujeres se han visto bloqueados por la inferioridad económica, por las limitaciones sociales y culturales que se le imponen, y por la sempiterna amenaza de violencia contra ellas. Frecuentemente, estos factores constituyen un obstáculo insuperable para una mujer que quiere participar en la vida pública y política de su país. Las mujeres han reiterado que la estabilidad política de un país no puede alcanzarse si antes no se reconocen sus derechos sociales y económicos; que el desarrollo sostenible es imposible si no existe un respeto simultáneo y no se incluye el papel que desempeñan las mujeres en la reproducción diaria de la vida a los diseños de políticas nacionales; y que no puede generarse una equidad social sin que primero haya justicia económica y sin que las mujeres participen en la toma de decisiones políticas, a todo nivel.
FOOTNOTES
1. CUCs son pesos cubanos convertibles, equivalentes en valor a 90 centavos de dólar norteamericano.
2. International Encyclopedia of Women: Global Women’s Issues and Knowledge, Editorial Routledge, 2000.
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