Cuba se debate desde los años sesenta del pasado siglo en la disyuntiva de la producción abundante de alimentos o el mantenimiento de una agricultura centralizada, donde el Estado no sólo determina qué se siembra, sino quién, cuánto, cómo, dónde y a qué precio se vende. El monopolio del estado socialista sobre los medios que tienen que ver con la producción de alimentos, provoca que el abastecimiento de los mercados agropecuarios esté sujeto a decisiones generalmente erradas por estar divorciadas de las leyes del mercado. No obstante, la actividad económica privada ha mostrado su eficacia en cuanto ha tenido la oportunidad.
Hasta 1968 en que se produce la llamada segunda ofensiva revolucionaria contra toda manifestación burguesa (entiéndase limpiabotas, vendedores de frituras, bodegueros, barberos, etc.), estos pequeños comerciantes tenían un espacio; después de dicha campaña de socialización fueron satanizados y declarados lacras sociales por ser una herencia del pasado. Nuevamente a principios de los años ochenta hubo un período en el que las circunstancias internas y externas obligaron al gobierno a dar un giro coyuntural (según palabras del propio líder) a la férrea política de centralización, y entonces surgieron los llamados Mercados Libres Campesinos.
Aunque por sus características organizativas este tipo de mercado era cercano a la etapa pre-capitalista del desarrollo de la humanidad, significó un alivio para la maltrecha economía de los campesinos, una mejora de la oferta en la mesa de los cubanos y un surgimiento espontáneo de un “nuevo” tipo de empleo: los comerciantes o mercaderes, llamados ahora peyorativamente intermediarios y tan vilipendiados como en los finales de la Edad Media.
Estos intermediarios, o revendedores como también se dio en nombrarles, trasladaban o hacían trasladar por medios propios los productos del agro hasta los mercados de los centros urbanos, donde los vendían sin regulación de precios por parte del Estado. Con esto se logró que, bajo la ley de la oferta y la demanda, se estabilizara el suministro de alimentos provenientes del campo.
Pasada la coyuntura que les dio origen, o vaya usted a saber si por simple odio a todo tipo de actividad privada, los órganos de prensa oficiales se dieron a la tarea de manipular a la opinión pública mediante un ataque feroz y bien planificado, atizado por las críticas del propio Fidel Castro hacia los que consideraba nuevos ricos.
En algún momento, comenzó a llamárseles a los vendedores y campesinos que acudían a estos mercados “Bandidos de Río Frío,” apelativo este sacado de una telenovela de la época. Al fin, en medio de gran euforia, sobrevino su clausura definitiva. Cuando fueron reabiertos entonces como mercados estatales, los precios se dispararon y una cabeza de ajo que antes los supuestos “bandidos” vendían a cincuenta centavos, ahora costaba tres pesos y la libra de carne de cerdo que valía cinco pesos, subió a cincuenta y más.
DESARROLLO
Toda la historia de los desaciertos, fracasos, errores, horrores y disparates económico-productivos cometidos por el régimen cubano durante más de cincuenta años de experimentos, se puede resumir en números, aunque estos no hagan mención de la “pasta de oca,” el “picadillo de soya,” “el pan que te toca,” “el cerelac,” “el lactosoy,” la carne de gato en el mercado negro, y demás sustitutos nauseabundos que los cubanos se han visto obligados a ingerir para no morir de hambre.
Las siguientes estadísticas (Tabla 1), tomadas de los indicadores económicos del Banco Mundial, se basan en datos oficiales suministrados por el gobierno cubano entre los años 1970 y 2011, tomando como patrón el período 2004–2006.
Como se puede observar, precisamente durante los años ochenta, cuando funcionaron los Mercados Libres Campesinos, aumentó la producción de alimentos de manera significativa. A partir de 1992, comienza la caída en picada de la producción alimentaria debido, entre otras cosas, al cierre de todas las actividades por cuenta propia y en alguna medida al derroche de todo tipo de recursos desviados hacia la celebración, el año anterior, de los Juegos Panamericanos en La Habana.
Quizás sea válido señalar que la malanga, el boniato (tubérculos), el plátano y la calabaza, por razones obvias nunca vinieron de la URSS y prácticamente desaparecieron del mercado junto con las frutas tropicales y la carne de cerdo. La caída coincidente del bloque soviético reventó la burbuja en que se mantenían los cubanos, pero no fue determinante en la desaparición dramática de los productos agropecuarios.
El Gobierno cubano se encerró en sí mismo para evitar a toda costa que las ideas provenientes de la ex-Europa socialista echaran raíces en la isla, dirigentes favorables a la apertura o simples simpatizantes del proceso fueron destituidos, se suspendió la entrada de publicaciones ex-soviéticas con el mismo nombre pero diferente contenido, fueron retiradas licencias para trabajos por cuenta propia a los comerciantes y los campesinos fueron obligados a cumplir sus compromisos productivos con el Estado mientras cualquier actividad mercantil al margen de estos se consideró delictiva.
Ya antes se había conocido un fenómeno semejante de caída brusca de la producción de alimentos a partir de 1971, a raíz del fiasco de la Zafra de los Diez Millones del año 1970. En esa ocasión no fue sino hasta 1978 que se logró alcanzar el nivel de la producción alimentaria de 1970 y en el caso de las cosechas hubo que esperar hasta 1979 para ver su recuperación. El dedicar prácticamente todos los escasos recursos humanos y materiales con que contaba el país a una sola actividad en detrimento de otras producciones agrícolas o industriales, arruinó la economía.
Table 1. Cuba: Índices de Producción de Alimentos y de Cosecha, 1970–2011 (2004–2006=100)
Con muchos altibajos, por lo general más bajos que altos, se ha desempeñado la producción de alimentos y específicamente la agrícola, aún hoy, después de las medidas de perfeccionamiento del modelo económico cubano llevadas a cabo por Raúl Castro, todo sigue en los mismos términos.
A partir del año 2005, poco antes del traspaso de poderes, comenzó un nuevo ciclo de retroceso en los niveles de producción de alimentos, lo que hace dudar de la validez de las medidas tomadas por el Gobierno cubano y el Partido Comunista, fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado. No es casual que a cada arremetida ideológica contra los amagos de liberar el mercado, caiga la producción, o lo que es igual, a más socialismo, menos alimentos producidos y más altos los precios.
Esta vez, como en todas las anteriores, el Estado no se decide a destrabar las relaciones comerciales y económicas entre empresarios privados, imponiéndoles tal cantidad de prohibiciones, cargas tributarias y regulaciones, que el potencial productivo se pierde en el camino quedando todo en la intención. La ideologización de la sociedad en todos sus aspectos, incluido el económico, convierte a un emprendedor próspero en un enemigo del sistema según la Constitución de la República, la cual no ha dejado de ser un documento que excluye la propiedad privada como forma de propiedad.
Una encuesta llevada a cabo por el autor entre 27 amas de casa de la ciudad de La Habana arroja las revelaciones recogidas en la Tabla 2 sobre la situación del abastecimiento y los precios de los alimentos en los mercados agropecuarios en el actual 2014, a siete años de comenzadas las reformas raulistas.
Los esfuerzos de la población para mantener el equilibrio entre calidad alimentaria y economía familiar se hacen nulos cuando la mayor parte de las encuestadas opta por comprar los alimentos menos caros y que aumenten la sensación de llenura, como los frijoles y tubérculos, pasando por alto la necesidad de ingerir frutas consideradas un lujo.
Table 2. Encuesta Sobre los Agromercados
CONCLUSIÓN
La incapacidad del Estado socialista de garantizar la producción y distribución de alimentos suficientes para todos, está demostrada. Ni el embargo-bloqueo norteamericano afecta la producción de alimentos en Cuba, ni la ayuda solidaria de la URSS y el Campo Socialista hicieron que mejorara en treinta años de derroche.
La hasta el momento vilipendiada economía de mercado, parece ser cada vez más la solución para que Cuba pase de tener una economía de contingencia a una economía en desarrollo basada en la inversión extrajera y el potencial que ofrece una empresa privada nacional formada por emprendedores jóvenes y capacitados estimulados por menos regulaciones y menos impuestos.
Al fracaso de la economía centralizada en manos del Estado no es necesario buscarle explicación en los libros de filosofía o economía de ninguna escuela. Sólo hay que ver los “agros,” como se les llama en Cuba, y los altos precios al consumidor. Un país fundamentalmente agrícola convertido en importador de azúcar del Brasil, arroz de Vietnam, frijoles de México y pollo de los Estados Unidos.
La magra ración que conforma la dieta del cubano es, en buena parte, importada de países donde rige la economía de mercado y sobreabundan los alimentos. A pesar de los discursos sobre los avances de la economía cubana, la aparición de un camión cargado de papas causa tal conmoción que debe acudir la policía para mantener el orden en las colas.
BIBLIOGRAFÍA
Banco Mundial. 2013. Indicadores económicos.
Mesa-Lago, Carmelo. 2003. Economía y bienestar social en Cuba a comienzos del siglo XXI. Madrid: Editorial Colibrí.
Panorama Económico y Social de Cuba 2012. Oficina Nacional de Estadísticas e Información de la República de Cuba.
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