En primer término, quiero expresarles mi agradecimiento por propiciar dirigirme a ustedes, enviarles mis más calurosos saludos y desearles muchos éxitos en la celebración del décimo encuentro de esta prestigiosa asociación.
Para los profesionales que en la isla junto a miles de hermanos luchamos en muy difíciles condiciones por la democratización de la sociedad y que se haga realidad el principio martiano de una Cuba con todo y para el bien de todos, la existencia de la asociación y su actividad constituyen un gran aliento y confirma que no estamos solos y aunque todavía nos aguardan duras batallas, la hora de la libertad y la reconciliación llegará. Cuba se encuentra sumida en la crisis más terrible de su historia, la cual ha impactado en todos los aspectos de la sociedad con efectos desastrosos sobre los valores espirituales de la ciudadanía.
Para dar una idea del estado real de la economía puede señalarse que, aún basándonos en las controvertidas estadísticas oficiales, al cierre de 1999, después de diez años de período especial, el producto interno bruto cubano a precios constantes, sólo representaba el 80% del alcanzado en 1989. Calculándose con la mejor voluntad que el modesto nivel de ese año únicamente será logrado a fines de la primer década del siglo 21, si no existen cambios radicales en el modelo imperante.
La crisis realmente se agudizó a partir de la pérdida de las enormes subvenciones provenientes del bloque soviético, pero estaba latente mucho antes, manifestándose en los años ochenta con la imposibilidad del país de hacerle frente a su deuda externa, la presencia y crecimiento continuado de un gigantesco déficit comercial, el aumento constante del saldo negativo del presupuesto estatal y el estancamiento del producto interno bruto, entre otros hechos, que enuncian la falta de veracidad de los argumentos oficiales acerca de que el estado actual de la economía responde a factores externos y no como efectivamente resulta, a la obstinada aplicación de un sistema estatista extremadamente centralizado que ha llevado la nación a la ruina.
El régimen para ganar tiempo y mantenerse en el poder, a mediados de los años noventa optó por efectuar algunos cambios, dando por consecuencia un modelo económico dual, con una controlada apertura hacia el exterior y un virtual bloqueo al poder creador de los cubanos. Política acrecentada recientemente con el paulatino cierre de los pequeños espacios abiertos a la actividad individual en los años 1993 y 1994.
La inversión extranjera realizada en puntos estratégicos de la economía como el turismo, la producción niquelífera, la prospección y explotación petrolera, la telefonía, la generación eléctrica, la comercialización del tabaco, entre otros, según datos oficiales alcanza ya 4.300 millones de dólares. Estas junto a las remesas estimadas de un rango de 800 a 1000 millones de dólares de ingreso al año y el turismo internacional prácticamente inexistente antes de 1989, y con un ingreso bruto aproximado de 2.000 millones en 1999, han sido los factores fundamentales que evitaron la continuación de la caída del producto interno bruto y propiciaron desde 1995 la modesta y endeble recuperación presente hasta hoy.
Esta dicotomía ha creado una segmentación no sólo en la esfera económica, sino también en la sociedad cubana con su máxima expresión en la dolarización al dividir a las personas entre quienes tienen acceso a la divisa norteamericana y las que no pueden obtenerla. Ello está desligado, en lo esencial, de la capacidad de aporte del ciudadano a la sociedad, pues depende de la suerte de poseer una familia o amigos generosos en el exterior o buenos vínculos con el poder que faciliten la inserción en una plaza del llamado sector emergente.
En la Cuba actual, no sorprende encontrar a muchos profesionales y reconocidos expertos trabajando en hoteles como sirvientes o en otras actividades primarias, nada relacionadas con sus conocimientos, en busca del billete verde para poder adquirir artículos y servicios básicos sólo ofertados en esa moneda.
Esta situación, a la vez que provoca junto a otros factores una creciente descapitalización humana, incide desfavorablemente en los sectores donde sólo se pagan los salarios en la depreciada moneda nacional, produciéndose una fuga indetenible de los trabajadores hacia otros lugares y, el peor de los casos, los que permanecen en sus puestos de trabajo quedan imbuidosdel más completo desinterés por lo que realizan.
Este proceso que ha dañado considerablemente el papel del salario y de la moneda nacional, también representa obstáculo para la medición económica en un país que además de no poseer una contabilidad confiable, carece de una tasa de cambio para operaciones comerciales entre el peso y el dólar, con credibilidad.
Así, se generan dificultades en la jerarquización de la rama y sectores, y como reconoció meses atrás el Secretario Ejecutivo del Consejo de Ministro, Sr. Carlos Lage, a veces actividades muy priorizadas e importantes no tienen la garantía de recursos que tienen otras actividades menos priorizadas.
En este contexto, decisivas esferas de la producción y los servicios no vinculadas en lo esencial con las operaciones en dólares están en desventaja y en una coyuntura muy complicada, como es el caso del transporte público y de mercancía, la industria azucarera, la educación, la salud pública y la mayoría de las ramas agropecuarias.
La producción azucarera cubana, antaño un punto de referencia internacional por su tecnología y eficiencia, yace hoy en una crisis que parece no tener solución, tanto en la industria como en la agricultura cañera. En la pasada zafra, la última del siglo, a pesar de contar con unas excelentes condiciones meteorológicas, la producción sólo alcanzó cuatro millones de toneladas, un monto que Cuba elaboraba en 1919 cuando tenía dos millones ochocientos mil habitantes y condiciones técnicas muy inferiores a las actuales.
En adición únicamente molieron 110 ingenios de los 156 existentes al servicio de la estrategia de mantener en funcionamiento los más eficientes, teniendo en consideración la poca disponibilidad de caña para moler. No obstante, esta política de concentración productiva no dio resultado. La utilización de las capacidades fue inferior al 71%, incluso por debajo de la zafra 1998-99, mientras el rendimiento industrial no rebasó el 11,22%.
Como punto de referencia debe señalarse que desde 1935 hasta 1958 nunca una zafra tuvo un rendimiento inferior al 12% y se efectuaron en ese período, cuatro con índices superiores al 13%. En la agricultura cañera las condiciones productivas aún son más calamitosas. La producción por hectárea es inferior a las 34 toneladas, con zonas donde el rendimiento ni siquiera sobrepasa las 26 toneladas. La organización para alimentación y agricultura FAO de las Naciones Unidas en sus estadísticas indica que internacionalmente los rendimientos promedios actualmente sobrepasan las sesenta toneladas por hectárea.
La producción azucarera cubana ha mostrado una tendencia inequívoca a la ineficiencia desde los tiempos de la plenitud de recursos provenientes del bloque soviético. Investigaciones realizadas por nosotros arrojan que en el período 1962-1993 el rendimiento de caña por hectárea obtenido por el sector no estatal fue como promedio de 3,9 toneladas superior al del sector estatal, a pesar de la carencia de recursos del primero y de la abundancia de estos en el segundo. Hay que agregar que en todos esos años los campesinos carecieron de garantías para permanecer en sus tierras, estando presente siempre el temor, bien fundando por cierto, a perderla. Circunstancia que influyó junto a otros factores en la desestimulación para desarrollar un cultivo permanente que requiere importantes inversiones iniciales y un período relativamente más largo de recuperación que otras producciones agrícolas.
A pesar de lo anterior, si en la etapa 1962-1993 de la cual se tienen estadísticas más o menos confiables, toda el área cosechada hubiera obtenido el rendimiento agrícola alcanzado por el sector no estatal y a este supuesto se le añadiera que la caña fuera procesada con un rendimiento industrial base de 96 grados del 12,74%, igual al promedio de los siete años anteriores a 1959, la producción de azúcar habría sido superior en casi 52 millones de toneladas a la realmente elaborada en esos 32 años. O sea, diez zafras adicionales de más de 5 millones de toneladas cada una.
Por otra parte este estado de cosas ha incidido muy negativamente sobre el nivel de vida de la población, deteriorado en muchos aspectos, desde la falta de vivienda y transporte hasta la carencia de una adecuada alimentación. El consumo promedio diario de energéticos y proteínas en 1999, según datos oficiales, fue de 2.369 calorías y 59,4 gramos de proteína. En relación con los niveles de 1988, esto representa un consumo inferior de 19,7% y 24% respectivamente.
No obstante, a este descenso del consumo energético proteico se une el hecho de que para amplios sectores poblacionales carentes de divisas y consecuentemente en una situación mucho más desfavorable que antes del período especial, la ingestión de nutrientes podría ser bastante inferior a las cifras globales enunciadas oficialmente, incluso por debajo de los requerimientos mínimos diarios per cápita establecidos por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2.310 calorías y 35,5 gramos de proteína. También debe tenerse en consideración que en 1999 arribaron a Cuba más de un 1.600 mil visitantes extranjeros, quienes con su consumo y elementos debieron incidir notablemente en los per cápita informado por las autoridades.
Como se recordará, la cantidad de turistas que visitaron la isla antes de 1989 no era relevante. Todo esto lleva a concluir que el estado alimentario de la población es más deficiente que el sugerido por el simple examen de los datos disponibles. Este complejo escenario económico ha llevado al país a una situación financiera interna y externa muy complicada. Internamente la masa monetaria compuesta por el efectivo en circulación y el ahorro ordinario era de 9.781 millones de pesos al término de 1999. Una liquidez semejante al monto existente a fines de 1994, cuando se iniciaron las medidas de saneamiento financiero. Ello indica que éstas se han agotado con el agravante de que existe una clara tendencia al aumento del dinero en manos de la población con sus perversas consecuencias sobre los precios y la motivación laboral.
En cuanto al sector externo los problemas son más delicados. La deuda era a fines de 1998 de 11.200 millones de dólares sin considerar la contraída con el desaparecido bloque soviético, estimándose que hoy supera los 12.000 millones con una perspectiva a seguir creciendo debido al impago. Los pocos créditos obtenidos en la actualidad, casi todos a corto plazo, son otorgados con duras condiciones financieras, incluido altísimos intereses.
A su vez a causa de la escasez de excedentes exportables, el déficit comercial crece sin cesar y en 1998, por cada dólar en mercancías exportadas se importaban tres, de acuerdo con los datos disponibles. Según cifras preliminares esta relación empeoró en 1999.
En tales circunstancias la nación se ha hecho más dependiente fundamentalmente del turismo, las remesas y los ingresos por conceptos del traspaso a manos de extranjeros partes importantes del patrimonio nacional.
A pesar de las apreciables entradas brutas que genera el efecto neto en divisa del turismo, no parece muy alto a causa de provocar una gran demanda de artículos importados. Hoy la satisfacción de las necesidades de la industria turística suministradas con suministros nacionales se calcula sólo en algo más del 50%.
Frutas tropicales como el mango, hortalizas, flores y variados artículos que pueden producirse en el país son importados para hacer frente al consumo de los visitantes, lo cual reduce considerablemente su incidencia beneficiosa sobre la economía, sin olvidar también la repatriación de los dividendos obtenidos por los inversionistas extranjeros.
La tirante situación financiera externa tiende a complicarse. En primer lugar a consecuencia del incremento del precio de los combustibles y de la inestabilidad de la cotización del azúcar, a esto se añade que la proyección para el presente año de un aumento de la llegada de los turistas en un 20% en relación con 1999, difícilmente se cumplirá. Durante los primeros cuatro meses del 2000 — la etapa alta del turismo en Cuba — el crecimiento fue del 6%, a lo que se une que las utilidades fueron inferiores a las logradas en igual etapa de 1999.
Ante estos problemas el gobierno ha decidido reducir el ya menguado abastecimiento de combustible, así como aplicar medidas de ahorro con el cierre total o parcial de centros de trabajo, incremento de la tracción animal y la disminución del suministro de insumo para la agricultura, entre otras.
Esta coyuntura habrá que seguirla de cerca, pues podría promover una regresión en la modesta recuperación económica evidenciada desde 1995 con graves consecuencias para el ya menguado nivel de vida de la población y el estado social y político del país.
Estimados compatriotas y colegas, hemos querido emplear esta oportunidad para brindarles un cuadro de la economía cubana descrito, por supuesto, muy sucintamente debido a las condiciones impuestas por la distancia y sin más pretensiones que coadyuvar en alguna medida a los debates que seguramente están teniendo lugar en este encuentro. Pensamos que resulta indispensable buscar fórmulas para fortalecer la cooperación entre ustedes y nosotros los especialistas que estamos en la isla muy carentes de información y recursos.
Estimo que nuestro apoyo mutuo no debe reducirse a la importante tarea de estudiar las cuestiones económicas políticas y sociales del momento, sino también procurar hallar soluciones y proyectos que sirvan de guía a nuestro pueblo para salir de la crisis y construir una sociedad democrática sustentada en la libertad, la justicia y la solidaridad.
Por último, recabamos de ustedes los documentos que seguramente resultarán de este Décimo Encuentro así como toda la información que sea posible hacernos llegar, todo lo cual posee un valor inestimable para nosotros.
Les reitero mi agradecimiento por esta ocasión de dirigirme a ustedes, mi deseo más ferviente de que tengan muchos éxitos en sus deliberaciones y que en el futuro nuestra población se fortalezca. Muchas gracias.
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