Notes1
Con la revolución del 1959, por primera vez en Cuba se iniciaron políticas cuyo propósito era la eliminación de toda forma de discriminación, y notablemente la racial, en el país. Como parte del amplio programa social del gobierno revolucionario, se concertó un esfuerzo concentrado del estado en erradicar las barreras raciales dentro de las instituciones que operan en la sociedad. Así, pronto fue ilegal discriminar según el color de la piel en todas las esferas del país, sobre todo en áreas tan importantes como la educación, los puestos de trabajo y el acceso a la salud.
A pesar de este esfuerzo, que ya dura más de cincuenta años, los intelectuales que trabajan el tema de las desigualdades, han notado en sus obras que aún persisten desigualdades según el color de la piel en el país. Es decir, operando el color de la piel como un marcador de diferenciación, se percibe en diversos ámbitos que el negro y el mestizo cubanos se encuentran en una posición más desventajosa que el ciudadano blanco. Es así, entonces, que el propósito de este estudio es entender por qué este fenómeno persiste en la Cuba actual.
DE LA RAZA AL COLOR DE PIEL
La raza en Cuba
La ciencia ha demostrado que no hay un valor inherente ni un significado real detrás de lo que se ha llamado identidad racial. En cambio, la literatura afirma que “la raza” es un concepto ideológicamente calibrado y construido en el ámbito social como instrumento de clasificación de las poblaciones según criterios totalmente arbitrarios. De este modo en cada contexto cultural particular, “la raza” asume significados distintos y se define por rasgos diferentes, lo cual hace que para iniciar una discusión sobre este tema en Cuba, primero hay que ser explícito sobre lo que se quiere decir con la noción de la raza en este país.
Los académicos que tratan el tema de la raza en Cuba, están de acuerdo sobre algunos conceptos muy básicos de la determinación de la identidad racial. Se entiende que la raza de una persona no se establece según su linaje de sangre, como ocurre en otros contextos, sino más bien por aspectos externos, a través de la precepción de la apariencia externa que se asocia con determinados grupos raciales o étnicos.
Se ha llegado a la conclusión de que aunque una variedad de rasgos físicos sirven como marcadores de la “identidad racial” del individuo, el factor más determinante dentro de ellos es el color de la piel. Según el Dr. Pablo Rodríguez, el concepto del color de la piel, “aparece con una frecuencia muy semejante en todas las categorías de informantes,” siendo “la idea que más se repite y la más estable” para determinar la identidad racial en este país (Rodríguez y Fuentes 2004: 20). Luego, este ensayo toma como punto de partida este entendimiento de la definición de la raza en Cuba, como algo basado más en la coloración de la piel de una persona.
El concepto de desigualdad
Las desigualdades en general solo son diferencias que separan una persona de otra, pero en nuestro caso son aquellas diferencias que se engendran en las diversas formas de injusticia que pueden prevalecer en un momento histórico concreto. Las desigualdades que nos interesan son las que tienen que ver con la justicia social y más específicamente son las que sirven para poner a un grupo de personas en una posición desventajosa en donde no tienen el mismo acceso a las oportunidades que determinan su bienestar.
Ahí se encuentra entonces la raíz de la problemática de las desigualdades estructurales: patrones tras una variedad de marcadores sociales que demuestran que un conjunto de individuos se encuentra sin el mismo nivel de la calidad de vida en comparación con otros grupos, o con el resto de la población. Grupo de individuos unidos por un comportamiento de una variable cualquiera que sirve para depositarlos en una posición de desventaja.
El objeto de estudio de esta investigación es el posicionamiento socio-económico de los individuos en virtud de un rasgo físico y el accionar actual de diversos factores. Es decir, el color de la piel como un marcador diferencial de las posibilidades de movilidad social ascendente que tienen los ciudadanos cubanos de hoy y el propósito de lo que sigue a continuación, es destacar el aspecto estructural de las desigualdades, que sirve para producir y reproducir dichos patrones de diferenciación social.
Las estructuras y las desigualdades estructurales según el color de la piel
El componente estructural de las desigualdades está basado en la noción de que hay sistemas socioeconómicos, culturales e institucionales que operan juntos para producir y reproducir patrones de inequidad dentro de una sociedad. Es sumamente importante entender la conceptualización teórica de cómo trabajan en conjunción esos diversos entes dentro de una sociedad para “estructurar” las oportunidades que son accesibles para distintos grupos demográficos. Las normas aceptadas en una sociedad, junto con las políticas implementadas, pueden incluso servir para reforzar desigualdades raciales profundas que tuvieron su origen en periodos previos. Así, en la raíz de las desigualdades estructurales por color de la piel puede encontrarse, como uno de sus referentes esenciales, la jerarquización racial establecida por la esclavitud en Cuba.
Sólo por el hecho de haber sido traído como esclavo a la colonia que era la Isla, el negro ocupaba, desde el principio de su existencia dentro de las fronteras cubanas, la posición más baja en el orden socioeconómico del país. El intento de justificar este sistema de esclavitud hizo que se otorgaran valores específicos según el color de la piel en la sociedad criolla cubana.
Para darle sentido a este fenómeno, la población aceptaba un sistema de normas que validaba las condiciones injustas en que vivían la mayoría de las personas no blancas en esa época. El color de la piel más oscuro se asociaba con percepciones prejuiciosas del individuo en cuestión, y el hecho de que los no blancos sólo tenían derecho a una vida menos digna que la de los blancos era aceptado como algo legítimo y justo. Incluso, ello sirvió para continuar sedimentando, en términos culturales, sociológicos y psicológicos, la noción de una “naturalidad” de un orden social de preferencia blanca. De este modo, desde el mismo inicio del proceso de formación de la nación cubana, el color de la piel sirvió como un diferencial con respeto al acceso del ciudadano a cierto modelo de bienestar.
La premisa teórica que se utiliza en este estudio considera que, aunque las formas en que se manifiestan las desigualdades por color de la piel han cambiado a lo largo de la historia, ciertos patrones de inequidad, en ese sentido, siguen reproduciéndose en la Cuba actual. La problemática de la diferenciación según esta característica pareciera haberse convertido en un legado perverso proveniente de un prolongado pasado de desigualdad racial, el cual se sigue infiltrando en las esferas de la realidad cubana y en los determinantes de la calidad de vida que tienen los individuos.
Para hacer más claro el funcionamiento de este concepto, se puede esquematizar la idea de las desigualdades estructurales por color de la piel viéndola desde la perspectiva de dos ejes fundamentales que operan dentro de ella. Para caracterizar estos dos fenómenos, utilizando términos prestados de trabajos de otros autores cubanos prominentes que han realizado investigaciones sobre el tema, se habla aquí de los ejes “objetivos” y “subjetivos” de la diferenciación estructural según el color de la piel.
Los dos componentes estructurales: el objetivo y el subjetivo
El primer eje, el objetivo, abarca el tema de las estructuras heredadas de etapas históricas anteriores, de carácter discriminatorio y que reproducen desigualdades de este tipo. La exclusión legislativa de la población no blanca, en general, de las instituciones que ofrecían oportunidades para el mejoramiento de la calidad de vida, así como su asentamiento en los espacios más degradados de entonces, se consideran formas de manifestación de ese eje.
El otro eje, el subjetivo, es algo más complejo en el sentido de que se ilustra a través de la manifestación de las percepciones discriminatorias que llegan a tener una significación estructural a través de sus expresiones institucionales. Son los prejuicios individuales los que mantienen estas expresiones subjetivas de discriminación y se convierten en barreras estructurales para la población no blanca cuando el ordenamiento social según el color de la piel opera para limitar las oportunidades que tiene esta sub-población para acceder a un modelo de bienestar comparable al de sus semejantes blancos.
VARIABLES ESPECÍFICAS
La complejidad del concepto de las desigualdades estructurales según color de la piel viene en mayor medida por el hecho de que abarca una multiplicidad de esferas de la vida socioeconómica, política y cultural dentro de una sociedad. Por lo tanto, para hacer una investigación completa y robusta del fenómeno en un entorno particular, se requiere de un cubrimiento analítico que no puede ser abordado en un trabajo de estas características. Luego, se ha decidido enfocar el análisis en una variable en particular: a saber, el empleo en la Cuba actual.
Se ha escogido ésta en particular debido principalmente a su relación inextricable con la calidad de vida que tiene el individuo en cualquier contexto. El trabajo que se realiza y la retribución que se recibe por él, son determinantes claves del bienestar de una persona y su familia. De hecho, esta variable es aun más relevante por su conexión con otros marcadores sociales, los cuales también influyen en el estatus socioeconómico y en el bienestar general de una persona. La posición notable que este factor ocupa dentro del universo de marcadores sociales lo hace sumamente significativo para el estudio de las desigualdades estructurales por color de la piel y lo que ello implica hoy en la calidad de vida en la sociedad cubana actual.
LAS MANIFESTACIONES EN EL EMPLEO
La escasez de datos que toman en cuenta la variable del color de la piel hace difícil la extracción de conclusiones con apoyo estadístico sobre las condiciones cambiantes en que se encuentra la población no blanca en el país (Rodríguez 2004, 8). Se ha podido constatar que la población no blanca se benefició con mucho de la política social del estado, sobre todo porque estas medidas se enfocaron en la promoción de los sectores menos favorecidos históricamente en la sociedad cubana, en los que la población no blanca representaba la mayor parte (Sawyer 2006: 59).
Es así que, el análisis principal del presente ensayo se centra en los años 90 y principios del presente siglo, período donde se pespuntea una suerte de evoluciones de sentido contradictorio que van desde la crisis más severa hasta el mejoramiento del desempeño económico del modelo social.
Con el inicio de la crisis económica de los años 90, y los cambios socio-estructurales que trajo consigo, la existencia de divisiones fuertes en la población según el color de la piel llegó a ser más visible para todos los actores sociales y políticos. La emergencia de nuevos sectores que daban la oportunidad de una elevación de los ingresos personales, junto con la legalización del uso del dólar en el país, fraccionaron la composición de la sociedad en dos campos, los que tenían acceso al peso convertible y los que no (Espina 2008: 143). En este proceso de desarticulación económica según el tipo de trabajo al cual un individuo accede, la población no blanca mostró encontrarse en una posición desventajosa, conclusión que se sustenta en las investigaciones que demuestran la menor representación de negros y mestizos en el sector emergente en este periodo y en el contexto contemporáneo (Morales 2006: 30).
La crisis de los 90
Para entender los patrones de desigualdad por color de la piel que emergieron dentro del llamado “periodo especial,” primero hay que definir que ocurrió en términos de los efectos sufridos dentro del país y las respuestas políticas instituidas por parte del estado cubano.
La caída de la Unión Soviética y del campo socialista a inicios de los 90 significó la terminación de lo que representaba alrededor del 80% del comercio exterior y por lo tanto una de las fuentes de ingreso por excelencia para Cuba durante más de treinta años (Albizu 2002: 217; Marquetti 1996: 4). Como respuesta a esta situación, se tomaron una serie de medidas cuyo propósito fue estimular las inversiones externas en el país, además de suavizar el efecto desolador de la crisis sobre el pueblo cubano.
Así, se produjo un cambio en el enfoque de la actividad económica, reorientándose hacia un énfasis prioritario en el desarrollo de la industria del turismo, como alternativa para atraer inversión e ingresos de capitales foráneos en la economía local. La construcción de hoteles y otras empresas diseñadas para dar servicio a la industria turística, causaron la emergencia de una serie de puestos de trabajos que se distinguían de las ocupaciones del sector estatal por la naturaleza de los ingresos que daban. Este fenómeno tiene mucho que ver con la legalización del uso de dólar en los inicios de esa década, lo cual hizo que los que trabajaban en esta esfera de la economía accedieran a ingresos en una divisa convertible de mayor poder adquisitivo que el peso cubano (Sawyer 2006: 108).
Otra reforma fue la legalización de algunas formas de empleo a través de la actividad generada por empresas individuales (Hernández-Reguant 2009: 5). La apertura de espacios donde los individuos podían laborar por ganancia propia, produjo la emergencia de empresas pequeñas que le otorgaron a la población cubana un espacio legítimo para una economía individual fuera del control del estado.
Diversos autores están de acuerdo en que en ese momento se asistió a una segmentación de la economía en dos sectores principales que aún pueden percibirse como predominantes en la sociedad actual, a saber, el sector no emergente y el emergente. El primero se clasifica como la esfera laboral organizada por instituciones del estado, la cual utiliza predominantemente moneda nacional, mientras el segundo incluye los empleos que manejan divisas directamente (Rodríguez 2004: 14–16).
El acceso exclusivo al peso cubano dentro del sector no emergente puede ser entonces percibido como una carencia de rentabilidad para el que trabaja en dicho sector (Hernández-Reguant, 2009: 8). Como resultado de este proceso de cambios, la sociedad cubana experimentó una reestratificación en términos de las posiciones relativas de clase dentro de la población, es decir se crearon nuevas distinciones socioclasistas que antes o no existían o solamente eran menos visibles (Espina 2010: 8).
Ello cambió la dinámica estructural del ordenamiento social, abandonándose la tendencia meritocrática de los ochenta, haciéndose la movilidad social más selectiva sobre la base del funcionamiento de otros activos individuales, dejando la educación de ser la palanca movilizadora por excelencia hasta entonces, y haciendo de la ecología de la acción el mecanismo de absorción y reinversión de las acciones globales de política en función del progreso personal (Espina 2008).
El empleo y la desigualdad por color de la piel
Reinterpretando la evidencia factual lograda en investigaciones precedentes y lo que ya se ha teorizado en la literatura desde la perspectiva de las desigualdades estructurales por color de la piel, se ofrecerá una visión nueva y alternativa para intentar explicar los patrones sociales observados.
Podría decirse que existen, en términos generales, dos niveles principales dentro del empleo en el que existen evidencias de desigualdades según el color de la piel. En primer lugar y a nivel más básico, se ve diferenciación según el color de la piel con respeto al acceso al empleo. Luego, existen discrepancias según el color de la piel en cuanto a la distribución de ciertos tipos de trabajo, lo cual es significativo porque implica diferencias en términos del salario recibido. Dentro de este último nivel, se abordarán las desigualdades existentes con respecto a las cifras del empleo, en los dos sectores de la economía antes descritos, según el color piel, y también las diferencias que se encuentra en cuanto a la calidad de los puestos de trabajos ocupados dentro de cada sector.
Las cifras disponibles sugieren que hay una sobre-representación de la gente no blanca que queda desempleada en los años 90. En general, las encuestas hechas en este periodo tomaron en cuenta el status socioeconómico de los individuos y se mostró que en los deciles de más bajos ingresos (1 y 2) existía una sobre-representación de la población no blanca en esos estratos, donde igualmente son esos mismos ocupantes, los que representan la mayoría de los desempleados.
Específicamente, el 40% de los desempleados que se encontraron en la Encuesta Nacional de Hogares, realizada por el INIE en 2004, se concentró en los primeros dos deciles ya comentados, en contraposición a lo observado en el decil 9, el segundo estrato de mayores ingresos, sólo un 4% de las familias tenían personas desocupadas. También en los dos primeros deciles, un 37% de los desempleados tenía seis meses o más en esa condición, lo cual excede la cifra para los de los deciles de más altos ingresos (Morales Domínguez 2007: 168).
El hecho de que en el 73% de las familias con desempleados existen personas que dependen económicamente de ellos, agudiza la situación económica del grupo familiar. Teniendo en cuenta que “los deciles 1 y 2 … están compuestos por familias negras y mestizas, en proporción elevada,” estos datos sugieren que el color de la piel estaría actuando como un marcador de riesgo diferenciado en términos del desempleo, lo afecta selectivamente a la población no blanca estudiada (Ferriol 2004).
El color y los sectores de la economía
Podría afirmarse que en las décadas de los 1990s y 2000s se observó una mayor presencia de blancos en el sector emergente, así como una notable sobre-representación de blancos en posiciones de dirigentes en ambos sectores. Según el estudio hecho por la Comisión del ‘Programa Cuba’ del CITMA, en 2003 los blancos representaban la mayoría entre los ocupados en el sector emergente (el 55,1%) y la minoría de la gente ocupada en el sector no emergente (el 27,5%) en contraposición a los no blancos, minoría en el emergente y mayoría en el no emergente, es decir, el 44,9% y el 72,5%, respectivamente (Morales Domínguez 2007, 169). En la misma encuesta, se puso de relieve que son los negros los que más tiempo esperan por un puesto de trabajo en el turismo. Hay, además, todo un cuerpo de investigaciones de tipo cualitativo que también ilustra las diversas barreras que enfrenta la población no blanca en ese sentido. Testimonios de personas realizando distintas actividades ocupacionales, ponen en relieve que si se existe este tipo de diferenciación en el acceso, tanto en el sentido objetivo como en el subjetivo, en el momento de demandar un puesto de trabajo (de la Fuente 2001: 78; Sawyer 2006: 110).
Según la encuesta citada anteriormente, en el sector no emergente existe una sobre-representación de negros en ocupaciones obreras (Rodríguez y Fuentes 2004: 15). En el sector emergente, en cambio, se observa una baja representación de negros y mestizos en los trabajos de servicio directo al turista, y además, una carencia notable de estos en las posiciones de dirigentes, profesionales y técnicos, sólo un 5,1% y un 6,1% de negros y mestizos, respectivamente (Morales 2007: 169).
DIÁLOGOS DESDE LA TEORÍA
Como las desigualdades estructurales por el color de la piel son multidimensionales y tienen sus raíces en la operación de una variedad de factores, para explicar las manifestaciones de ellas en una esfera particular se requiere un entendimiento de cómo el conjunto de estructuras funcionan en formas distintas para reforzarlas y reproducirlas. Así que en lo que sigue se intentará darle relevancias sobre todo al contrapunteo entre los dos ejes y su efecto en términos de producción y reproducción de este fenómeno.
Los factores contribuyentes desde lo objetivo
Existe una variedad de dinámicas sociales complejas que sirven como explicaciones del menor acceso de la población no blanca al empleo en el sector emergente. En primer lugar, en la bibliografía especializada se levanta la cuestión de las diferentes vías utilizadas para obtener una ocupación, y cómo influyen en el sector en que el individuo trabaja. Según la encuesta del CITMA, en la Ciudad de la Habana el 34,9% de los trabajadores obtuvieron el empleo a través de un familiar o una amistad, y además se pone en relieve que las instituciones empleadoras sólo tienen una significación de 24,4% (Rodríguez Ruiz 2003:11–23).
En todo el país se evidenció que las conexiones personales tienen una importancia mayor en el acceso al empleo en el sector emergente, especialmente en las firmas privadas, en las cuales su preponderancia significó 47,8% del empleo conseguido (Rodríguez Ruiz 2003: 23). También se muestra en este estudio, que los blancos son los que mayoritariamente utilizan formas no institucionalizadas para obtener un trabajo: dos de cada cinco de los que utilizaron sus conexiones personales para conseguir el empleo en la Ciudad de la Habana eran blancos.
Estos datos sugieren dos conclusiones relevantes: que la conectividad social influye en el proceso de obtención de un puesto de trabajo, particularmente en cuanto al sector emergente, y que la población no blanca no tiene el mismo nivel de acceso a esta red de conexiones personales influyentes. La aparente desventaja que tiene la población no blanca en términos de su vinculación con las redes sociales influyentes en la obtención del empleo pareciera estar anclada en su posición histórica en el ordenamiento de la sociedad cubana. Uno de los legados del periodo de la historia cubana anterior a la Revolución de 1959 fue que el predominio de la discriminación racial institucionalizada condujo a una carencia relativa de conexiones socio-familiares y de capacidad de una reticulación social viabilizadora del acceso a mejores empleos.
Otro factor que influye negativamente en las posibilidades de los no blancos de participar en la economía emergente, es el alejamiento territorial relativo de la capital de proporciones significativas de la población no blanca.
La baja representación de la población negra dentro de los que reciben directamente remesas desde el exterior, lo que ha sido documentado por la investigación de diferentes autores, es un componente clave en este fenómeno de desigualdad estructural. Las remesas representan una de las fuentes principales de ingresos para la población cubana, y por lo tanto, la diferenciación por color de la piel de la cantidad de remesas recibidas llega a tener una significación en cuanto a las posibilidades actuales de movilidad socialascendente que tienen los individuos.
Se hace también notar que las causas principales de la concentración de ingresos obtenidos por las remesas en la población blanca se relacionan con el hecho de que la mayoría de los emigrantes cubanos, más que todo los que residen en los EEUU, son blancos (Blue 2007: 35). Esta dinámica también se relaciona con la jerarquización racial de la etapa previa a la Revolución, en la que la población blanca se encontraba en las posiciones más elevadas del poder político y económico. La mayor presencia de blancos en el exterior, además de su estatus socioeconómico actual, contribuye a que la población blanca cubana tenga mayor acceso a ingresos en moneda convertible, de mayor poder adquisitivo.
El tema de la vivienda también tiene un rol importante con respecto a la menor posibilidad de inserción en la esfera laboral cuentapropista. La literatura alrededor de este tema mantiene que hay desigualdades en cuanto a la calidad de vivienda por el color de la piel, y que éstas—como es el caso con las otras variables que se han analizado en esta sección—son heredadas de la historia pre-revolucionaria.2 Diversos autores afirman que, en general, los no blancos se concentran en viviendas de menor calidad y también en “las áreas o barriadas más deprimidas” (Rodríguez Ruiz y Espina Prieto, 2006: 46). De hecho, en un censo del barrio de Carraguao en La Habana en 1995, se comprobó que más que 50% de la gente ‘de color’ estaba viviendo en ciudadelas (Ob. cit, 46).
Esta situación llega a tener una relevancia con respeto a la limitación de las posibilidades disponibles para la población no blanca de participar en tipos específicos de trabajo por cuenta propia, o sea, los “paladares” y el alquiler de la vivienda. Dado su menor acceso, en términos relativos, a los espacios físicos que sirven como base de esta actividad económica, la población no blanca se encuentra en una posición desventajosa con respeto a sus semejantes blancos, quienes generalmente disfrutan de una disponibilidad mayor del recurso clave para este tipo de empresa.
Dado que “gastronomía” y “alquiler de habitaciones y de viviendas” han sido dos de las actividades de autoempleo más comunes en el país, representando 18,3% y 6,91% del trabajo propio en el año 2003, se entiende que las menores posibilidades disponibles para las personas no blancas de participar en ellas, es uno de los factores determinantes de su baja representación en el sector emergente (Espina 2010: 189).
Desde la subjetividad
Estas tres causas detrás de las desigualdades según el color de la piel dentro del empleo, pueden considerarse manifestaciones del eje objetivo de este fenómeno. Es decir, la menor conectividad social, el menor acceso a fuentes de ingreso alternativas y la baja representación en la ocupación de las mejores viviendas, se vinculan con patrones de desigualdad heredados de la historia pre-revolucionaria. Las interrelaciones entre las tres ponen en relieve uno de los principales argumentos de la teoría, es decir que existe un conjunto de estructuras sociales y económicas que operan juntas para reproducir las mismas diferencias por color de la piel que se gestaron en el propio proceso de formación de la nación cubana.
Además de estos elementos estructurales, hay factores culturales que, según algunos autores trabajando en este campo, también tienen un papel significativo en la reproducción de la diferenciación en el acceso a empleos en ciertos sectores laborales por color de la piel. Estos autores mantienen que a pesar de las leyes adoptadas por el gobierno revolucionario para condenar la discriminación racial dentro de las instituciones, el racismo todavía influye a la hora de la selección de personal en ciertas actividades.
Basado en investigaciones cualitativas, estos hallazgos sugieren que, aunque no es explícito que las decisiones por parte de los que emplean trabajadores se hacen por motivos vinculados con el color de la piel del individuo, hay razones conectadas con la sedimentación cultural del racismo detrás de estos fenómenos. Esta dinámica se observa, según las entrevistas realizadas, más claramente en las empresas turísticas, donde pareciera predominar un entendimiento de que la satisfacción de los gustos del turista implicaría ciertos requisitos “estéticos,” dentro de los cuales el color de piel no blanco adquiere una connotación negativa.
LA DESIGUALDAD. EL COLOR CUENTA
Este ensayo ha presentado una perspectiva teórica desde la cual puede obtenerse una visión alternativa de interpretación de las desigualdades por color de la piel en Cuba, que se manifiesta a través de una variedad inconmensurable de esferas sociales, económicas y políticas, enfocada al estudio del empleo. Tomando como punto de partida el trabajo de otros autores en el campo (Albizu 2008: 117; Morales Domínguez 2007: 156–160), quienes constatan que a pesar de los logros sociales realizados por el gobierno revolucionario todavía persisten diferencias entre los blancos y los no blancos en términos del modelo de bienestar al cual acceden, la teoría concibe que este fenómeno se compone por dos ejes principales, el objetivo y el subjetivo.
En el estudio de las manifestaciones de esta forma de diferenciación dentro de la esfera del trabajo, se ha mostrado cómo estos dos ejes operan en conjunción para reproducir y reforzar ciertos tipos de desigualdades por color de la piel que se perciben en el acceso al empleo en el país, considerando múltiples perspectivas representadas en la literatura para mejor ilustrar la compleja multidimensionalidad detrás de esta dinámica.
De esta discusión se puede llegar a algunas conclusiones específicas, las cuales parten de las investigaciones realizadas por diversos autores trabajando el tema, sobre el funcionamiento de la variable del color de la piel como diferenciador social dentro del empleo.
En primer lugar, las cifras presentadas en la bibliografía especializada sugieren que hay diferenciación por color de la piel en esta esfera a tres niveles principales: al nivel de la obtención del empleo, de la distribución de trabajos según el sector al que pertenecen, y finalmente en cuanto a la calidad de los puestos de trabajos ocupados. Específicamente, se observa una sobrerepresentación de los no blancos dentro de la población desempleada, una baja-representación de estas personas en el sector emergente, y una carencia relativa de negros y mestizos en las posiciones de liderazgo dentro de los dos sectores laborales.
Se sugiere además, que detrás de este fenómeno existen causas objetivas, o sea provenientes de las estructuras heredadas de periodos históricos precedentes, que siguen produciendo desigualdad en términos del acceso a recursos, sean materiales, financieros o aún personales, las cuales son instrumentales para participar en ciertas actividades económicas, y las subjetivas, vinculadas a mentalidades discriminatorias que le otorgan un valor negativo al no blanco, lo que estaría influyendo en las posibilidades ocupacionales de esta subpoblación.
El funcionamiento propio de este fenómeno, a través de múltiples mecanismos y las manifestaciones de desigualdad que engendra y reproduce, sugiere que para abarcar este tema de una manera comprehensiva, se hace impostergable un abordaje multi y transdisciplinario. Por ende, se necesitará una variedad de políticas, dirigidas a todo el conjunto de componentes de esta problemática compleja.
BIBLIOGRAFÍA
FOOTNOTES
1. Editor’s Note: This essay was awarded First Prize in the ASCE 2010 Student Prize Competition for undergraduate students.
2. Véase Espina (2008), de la Fuente (2001), Sawyer (2006), Morales Domínguez (2007), Rodríguez Ruiz (2008).
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