En mi escrito digo que el trabajo fue escrito “antes” de la promulgación de la nueva ley de inversión extranjera cubana, y que lo actualicé para presentarlo en ASCE, ya con la nueva ley a la vista pero sin tener la experiencia (ni siquiera breve, o inicial) de la aplicación de la misma. Y esa falta de experiencia no me permite juzgarla, porque yo no creo que nos alcance con los antecedentes del gobierno cubano ni con la bola de cristal para medir qué tan atractiva encontrarán a Cuba los inversionistas extranjeros bajo esta nueva ley. Entiendo que haya quienes opinen que nada bueno puede hacer el gobierno cubano por los cubanos, pero esa, sencillamente, no es mi opinión.
Claro que reconozco al gobierno cubano como jugador, no ya como tercer jugador sino como jugador clave. Y el mismo Sanguinetty reconoce que lo reconozco cuando se refiere a mi desilusión ante la decisión de la autoridades cubanas de no modificar el régimen laboral de la inversión extranjera. La contradicción no es mía. ¿En qué parte de mi escrito o de mi presentación oral digo que el gobierno cubano no juega en este partido?
Lo que sostengo con respecto a los factores que señalan “los expertos” como esenciales para que los extranjeros inviertan es que son muchos los casos (cito y explico el de México, con el beneplácito de Sanguinetty en su comentario, y el de China) en que queda demostrado que la ausencia de esos factores no es siempre un obstáculo para la inversión. En cuanto a reemplazar a esos factores con otros, yo prefiero dejarlo todo librado a la libertad de elección de cada inversionista a la hora de analizar la rentabilidad y el riesgo de su inversión, libertad que han ejercido tanto mis antiguos clientes en México (sin que me conste un solo caso en el que hayan perdido su inversión) como quienes hoy invierten en China.
Tiene razón Sanguinetty cuando señala que mi valoración del sistema piramidal de asambleas para consultar al pueblo no pasa de mi lectura de la ley cubana, de la letra escrita. Desde que dejé Cuba en 1960 no he vivido allí y no he participado en ese tipo de actividades como ciudadano cubano (aunque, circunstancialmente, me tocó estar en La Habana un domingo de enero del 2013 en que se celebraban elecciones, y pude visitar varios centros de votación), pero he podido conversar con cubanos en la isla que me confirman que muchas de las reformas realizadas en Cuba en los últimos tiempos son el resultado de las consultas hechas a la población. Entiendo que para muchos mi actitud pueda parecer ingenua, pero según mi cuenta personal, Raúl Castro ha hecho prácticamente todo aquello que ha dicho que iba a hacer…
Por último, y más allá de la trayectoria del gobierno cubano (y de muchos otros gobiernos), jamás se me ocurriría pensar que los ángeles gobiernan en ningún sitio. Y mientras el gobernador Scott no me muestre sus alitas, ni a él le creo que es un ángel.
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