LA ISLA DE LOS DESCONECTADOS
Cuba es el país del hemisferio occidental con menor conectividad a la web. La cifra de quienes acceden a Internet apenas llega a 1,6 millones en una población de más de 11 millones de habitantes. Sin embargo, ni siquiera ese número representa el verdadero caudal de internautas, pues dentro de él se incluye a quienes sólo tienen la posibilidad de navegar por una intranet local o utilizar los servicios de un correo electrónico “.cu.” En ningún punto del territorio nacional existe una oficina abierta al público donde un ciudadano cubano pueda contratar una conexión a la web para usar desde su casa. Esa posibilidad se maneja como un privilegio otorgado sólo a extranjeros residentes en territorio nacional, funcionarios confiables o figuras de la cultura alineadas ideológicamente con el gobierno. Para quienes no cumplen ninguno de esos requisitos quedan sólo las opciones de sumergirse en el llamado mercado negro para comprar una conexión ilegal a la web—con todo el riesgo que entraña—o acudir a los cibercafés que algunas embajadas extranjeras han abierto al público. También están los hoteles donde una hora de chapaleteo por el ciberespacio cuesta entre un tercio y la totalidad de un salario medio mensual (de 7 USD a 15 USD según la velocidad).
De manera que no debe asombrar la fisonomía tan anémica en cantidad e intensidad de la presencia cubana en el ciberespacio. En los últimos cinco años, sin embargo, se ha notado un aumento de número de portales, blogs y usuarios inscritos en redes sociales que surgen desde esta Isla. Pero se percibe mucha desproporción entre el número de sitios administrado por instituciones estatales y aquellos realizados por la ciudadanía. La sociedad todavía no ha podido incorporar las nuevas tecnologías a su dinámica cotidiana. Basta decir que ningún ciudadano radicado en territorio nacional ha podido hasta el momento hacer una transacción bancaria vía web, reservar un boleto de avión o tren desde la comodidad del teclado de su propio ordenador, o hacer compras online. Los pocos minutos de conexión en la web 2.0 que algunos pueden costearse mensualmente, apenas se usan para revisar el correo electrónico, chatear con algún pariente o amigo exiliado y buscar—desesperadamente—un camino para emigrar.
El hecho de que no exista en Cuba un acceso masivo a Internet tiene varias explicaciones, unas las que brinda el discurso oficial, otras las que la obstinada realidad deja en evidencia. Durante varios años, cuando las voces críticas se elevaban para denunciar la indigencia tecnológica que se cernía sobre la población cubana, inmediatamente los voceros del gobierno les recordaban a éstas las restricciones impuestas por el embargo norteamericano a la mayor de las Antillas. Lo cierto es que en ese momento Cuba estaba obligada exclusivamente a contar con una cuota de conexión vía satelital, porque las limitaciones comerciales y financieras impuestas por Estados Unidos le impedían conectarse a los cables que pasan muy cerca de sus costas. La torpeza de varias administraciones de Washington le dieron al gobierno de Fidel Castro y posteriormente al de su hermano menor, el argumento ideal para mantener al país al margen de los desarrollos comunicativos y tecnológicos.
Precisamente apoyados en esa justificación, se anunció la necesidad de buscar un camino independiente y “soberano” para insertar a la Isla en el escenario tecnológico del que disfrutan otras naciones del área. A finales de 2007 se informó públicamente sobre el proyecto de enlazar a Cuba con Venezuela a través de un cable de fibra óptica que multiplicaría por tres mil la escasa conectividad de sus 11 millones de habitantes. Parecía que los días de sentirse como Robinson Crusoe, abandonados en su Isla, estaban llegando a su fin para todos los cubanos… pero se equivocaban.
AHÍ VIENE EL CABLE… TÚN… TÚN
A principios de 2011 quedó finalmente instalado el cable de fibra óptica entre la provincia de Santiago de Cuba y la zona de la Guaira venezolana. Después de tres años de anunciar tan ambiciosa obra—valorada en 72 millones de dólares—el tendido llegó a costas cubanas entre la expectativa de los potenciales internautas y la aclaración oficial de que se priorizaría “el acceso social a las TIC a través de espacios tales como escuelas, jovenclubs, universidades, centros hospitalarios, bibliotecas, y centros de investigación.” Quedaba claro entonces que los planes del Ministerio de Informática y Telecomunicaciones no iban encaminados a proveer de una conexión doméstica a todo aquel que quisiera contratar el servicio.
En lugar de abaratarse los precios de la conexión en los hoteles o abrirse la posibilidad de contratar cuentas domésticas, durante el último año lo que ocurrió fue que la propaganda gubernamental aumentó considerablemente en el ciberespacio y convirtió la web en un campo de batalla para desarrollar lo que han dado en llamar la “ciberguerra.” Creció el insulto oficial contra la blogósfera alternativa y contra los sitios noticiosos realizados desde el exilio. Se cambió también la estrategia de bloquear sitios como se hizo durante tres años con el portal Voces Cubanas—y el emblemático blog Generación Y—y también con espacios digitales e informativos radicados en La Florida, como Café Fuerte. La nueva táctica pasó de censurar a atacar constantemente; de evitar que los usuarios nacionales entraran, a combatir enérgicamente las opiniones vertidas. Al decir de uno de estos ciber-revolucionarios, su actual táctica consiste en “combatir al enemigo con sus propios medios.”
A mediados de 2011 ya se percibía que algo no funcionaba con el cable de fibra óptica. Los rumores se dispararon y las especulaciones acerca de un posible escándalo de corrupción en la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A. (ETECSA) inundaron las calles de todo el país. La prensa oficial ha guardado silencio hasta ahora sobre si el costoso tendido está realmente operativo o ha quedado seriamente dañado por malos manejos o inadecuada selección de su material. Quienes esperaban una inauguración que redundara inmediatamente en un ancho de banda desconocido hasta ahora por estos lares, han quedado muy frustrados. La entrada de Cuba en la Web 2.0 ha vuelto a postergarse. Con el consiguiente daño contra la superación profesional, el desarrollo empresarial y hasta la evolución cívica que esta demora tecnológica entraña. Cada día que pasa sin que la población cubana pueda entrar masivamente a Internet, son años de atraso en cuanto a desarrollo económico y social, que tendrán un profundo impacto en el futuro de la nación.
El gobierno de Raúl Castro se encuentra atrapado en un dilema de difícil solución: o permite el acceso masivo a Internet, con la consiguiente pérdida del monopolio informativo o, por el contrario, refuerza el muro de la desconexión que rodea a la Isla, con la resultante desactualización profesional y académica. Durante décadas, un factor importante para controlar ideológicamente a la población cubana ha sido precisamente dosificar las noticias y silenciar sucesos que ocurren incluso dentro del propio país. Un sistema político que se ha basado a lo largo de tanto tiempo en la censura informativa, no logra sobrevivir a la avalancha de una comunicación libre y la autonomía de sus ciudadanos para hacerse con la información. Censurar se convierte entonces en un método de gobernar, abrirse al flujo de opiniones sería una sentencia de muerte a corto plazo para la envejecida y anquilosada Revolución cubana.
PICADILLO DE CARNE SIN CARNE, INTERNET SIN INTERNET
Quienes viven en otras latitudes tienen muchas dificultades a la hora de comprender cómo algunos cubanos pueden emitir opiniones en la WWW a pesar de los altos costos de las conexiones y la fuerte censura del gobierno. Quizás muchos piensen que se trata prácticamente de un imposible, porque desconocen el ingenio y la creatividad que caracteriza a una población que ha vivido de crisis en crisis, de escasez en escasez. Un poco en broma y un poco en serio se puede explicar este milagro tecnológico con las propias historias de las últimas décadas en Cuba. En esta Isla inusual se inventó en los momentos más difíciles de la crisis económica de los noventa, el picadillo de carne sin carne. Consistía en moler la cáscara de plátano y después prepararla con salsa de tomate y algo de especias. Para el ávido apetito de los comensales, la receta final podía pasar perfectamente como un plato de ternera o de res.
Pues bien, si la inventiva permitió sortear las escaseces culinarias, cómo no iba a servir para saltarse la falta de kilobytes. Eso es lo que se ha dado en llamar por estos lares “la internet sin internet.” Y consiste fundamentalmente en echar mano de herramientas como las memorias flash, los CDs y los DVDs para difundir con ellos—de mano en mano—la información copiada por quienes han tenido la suerte de asomarse al ciberespacio y quieren compartir con otros compatriotas las noticias que leyeron online. Una persona que logre conectarse a la web puede estar difundiendo copias de sitios o blogs a más de un centenar de individuos que nunca han estado conectados. Se trata de un método que se propaga al estilo viral, con mucha influencia y eficiencia en la Cuba de hoy.
Para publicar y mantener actualizadas las páginas web o las cuentas en la redes sociales, también se apela al ingenio colectivo. En el caso de un servicio de microblogging como Twitter, por ejemplo, es posible enviar mensajes de texto también conocidos como SMS (Short Message Service) que serán visibles automáticamente en el timeline aunque el usuario esté totalmente desconectado de la web. Sin embargo, este camino también está lastrado por los altos precios de esta mensajería y la poca extensión de la telefonía móvil que debe estar arribando por estos días a 1,5 millones de usuarios (el índice más bajo de Latinoamérica). Un SMS desde Cuba al exterior cuesta 1 peso convertible CUC (moneda con la que no se pagan los salarios y que es 24 veces mayor que el peso cubano).
Vale la pena aclarar que un sueldo medio mensual en esta Isla equivale a 350.00 pesos cubanos lo que equivale a 14,50 CUC (alrededor de 16 USD). Con lo cual un simple mensaje de saludo a un familiar emigrado o un Tweet le restaría a ese cubano medio el 6,90% de su salario. Comparativamente, sería como si a un estadounidense que tenga un salario de 1 000 USD, el enviar un simple SMS fuera de su país le costara 69 USD, con lo cual este hipotético trabajador de New York o de Los Ángeles sólo podría enviar 14,5 mensajes de texto con la totalidad de su salario, sin hacer ningún otro gasto, ni en comida o ni en renta. ¿Quiénes pueden costear entonces esos precios en esta Isla?
La respuesta es compleja, pero vale la pena esbozarla: lo logran quienes trabajan en corporaciones donde tienen una parte del salario en moneda libremente convertible; los que reciben remesas de algún pariente exiliado; también aquellos que hacen negocios turbios que terminan en el mercado negro; quienes manifiestan tanta afinidad ideológica con el gobierno que escalan puestos laborales “con celular subvencionado incluido,” los que viajan al extranjero ya sea como músicos, deportistas de alto rendimiento o técnicos cubanos en misión oficial; quienes trabajan por cuenta propia en alguna profesión que les produce más dividendos que el empleo estatal; y también aquellos que cuentan con la ayuda solidaria de algún amigo radicado en otro punto del globo terráqueo. Si no existiera ninguno de esos caminos—algunos ilegales, otros éticamente reprobables—Cuba sería una isla muda de telefonía celular, estaría en el siglo XIX de la comunicación.
En este escenario tan distorsionado material y políticamente, la comunidad de bloggers y twitteros alternativos ha optado por la transparencia. Logran enviar sus mensajes desde móviles y agradecen en el ciberespacio a esos lectores solidarios que recargan su saldo online en sitios como http://ezetop.com y http://recargasacuba. com. Se conectan gracias también al apoyo de amigos o lectores que les ayudan a costear los altos precios de zambullirse en la web desde un hotel o al—no condicionado ideológicamente— servicio de Internet que brindan poquísimas embajadas. Convierten así la ayuda en tweets, opiniones, comentarios de la realidad. Tienen esa opción o el silencio, deben elegir entre el riesgo de ser tildados de “financiados desde afuera” o el dolor constante de callarse.
PERFIL DEL INTERNAUTA CUBANO, MUY PRONTO TODAVÍA…
Cualquier caracterización del internauta cubano pasa irremediablemente por definir la base material desde la que logra conectarse al ciberespacio. Eso determina su independencia, las temáticas que aborda y la frecuencia con que publica. Podrían aventurarse, sin embargo, tres categorías, sabiendo de antemano que ponerle nombre a lo que muta cada día es sumamente difícil. Se percibe, por ejemplo, en tan enrarecida atmósfera, al menos tres grupos claramente definidos: los que navegan desde instituciones oficiales pero evitando los temas espinosos, los que utilizan la web desde hoteles o embajadas como una altavoz cívico y un camino de denuncia y, por último, los soldados de la batalla ideológica en la WWW que cuentan con un ancho de banda impensable y son parte de la “ciberguerra.” Una mirada rápida a estos tres grupos bastaría para percibir sus alcances y sus limitaciones:
Quienes navegan desde instituciones presentan un contenido muy condicionado por las directrices ideológicas de estos lugares. Aún así, no sería objetivo caracterizar a todo aquel que utiliza una conexión estatal como un “twittero o blogger oficialista”… ¡no! porque eso sería caer en el mismo esquematismo de definiciones que maneja la propaganda gubernamental. Entre esas personas algunas escapan de la camisa de fuerza, manteniendo blogs o cuentas de Twitter y Facebook totalmente desligadas de la realidad social o política, con textos al estilo “Hola amigos… que hermoso está el sol está mañana… a que no tienen un mar tan hermoso frente a los ojos, ¿eh? J.” Otros se atreven un poco más a la crítica, pero a sabiendas de que no podrán abordar directamente temas tabú como la urgencia de una alternancia en el poder, la necesidad de libertad de expresión, la precaria situación de los derechos humanos en la isla o la exigencia de permitir el pluripartidismo.
Los ciber-cimarrones utilizan Internet como una herramienta de denuncia, de S.O.S o para narrar esa otra parte de Cuba que los medios oficiales silencian o esconden. Son sumamente atacados por la propaganda oficial y con frecuencia sus móviles son bloqueados por la propia ETECSA para impedirles reportar lo que ocurre. Algunos de ellos se conectan a la web desde embajadas extranjeras que brindan ese servicio, aunque también acuden a las áreas públicas de los hoteles donde una hora de conexión puede arruinarles rápidamente el bolsillo. Si se analizaran textos, videos y tweets, resultarían en una mezcla de llamados de auxilio, crónica roja y demandas de mayores espacios de expresión y de asociación. Muchos de ellos vienen de la esfera disidente, del periodismo independiente o del activismo cívico. La gran telaraña mundial representa para ellos la forma más inmediata de hacer conocer al mundo lo que viven y el escudo protector más efectivo cuando se les encima la represión. Como los esclavos que huían a los palenques, estos cimarrones de la web saben que no hay regreso al silencio, pero también que los kilobytes no son suficiente amparo para evitarles el castigo. Navegan como sueñan, opinan en la web como nunca han podido hacerlo en su propia realidad.
Los soldados de la red son aquellos que están sentados frente a un ordenador oficial con un salario, precisamente para arremeter en Internet contra las voces críticas del sistema. Para internautas de otras partes del planeta es difícil imaginar algo así, pero si se presta atención saltarán a la vista algunas evidentes preguntas: ¿Por qué entonces cuando pasa el horario laboral la curva de las voces oficiales se desploma en Twitter? ¿Por qué muchos de los que atacan a los críticos del gobierno no se atreven a dar la cara y se esconden detrás de la protección de un seudónimo? ¿Por qué a veces publican informaciones que sólo podrían haber sido obtenidas a través de servicios de inteligencia, de la policía política? ¿Por qué tantos utilizan en automático un hashtag un mismo día a una misma hora, como si éste estuviera orientado, mandado a utilizar desde arriba? En Internet las posiciones de soldado dejan huellas, en medio de la espontaneidad de las redes sociales, las posturas de “partido” se pueden detectar fácilmente.
ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DE TWITTER…
La primera referencia que hizo la prensa oficial cubana a las redes sociales, fue para decir que Twitter y Facebook eran “tecnologías desarrolladas por la CIA.” Después de eso y aunque en repetidas ocasiones los noticiarios mencionan tweets favorables al gobierno de la Isla, ha quedado la impresión en muchas personas que esta red social está asociada a cosas prohibidas, peligrosas. No obstante algo de su trino llega cada día a más oídos. Los tweets que salen de los teléfonos móviles de decenas de activistas se saltan la insularidad y viajan hasta emigrados cubanos u otros interesados por esta realidad que a su vez tratan de hacer llegar la noticia de vuelta a Cuba. Twitter es así el trampolín con el que muchos lanzan la noticia hacia afuera para que rebote nuevamente sobre Cuba.
Pero todavía queda mucho por hacer. Tanto la blogósfera como la twittósfera cubana muestran un estado demasiado embrionario y frágil. No han logrado funcionar aún como un terreno efectivo de convocatoria u organización social. Muchos se preguntan el por qué no hay aquí una revolución al estilo de África del Norte y la respuesta pasa también por la indigencia tecnológica que recorre todo el país. ¿Con qué herramienta hacer una convocatoria a manifestarse si el escaso 11% de la población que tiene celular lo cuida como a la niña de sus ojos, lo ve como un fruto alcanzado después de tantas dificultades que puede peligrar si se practica una actitud cívica? ¿Alguien puede imaginar por un momento a un español del 15M pagando a 69 USD cada SMS enviado para llamar a los indignados hacia una plaza? ¿Se podría pensar en los ocupas de Wall Street sin poder mandar mensajes telefónicos en cadena a otros que comparten ideas, porque un monopolio al estilo de ETECSA les hubiera cortado la línea? Está claro que comparar realidades tiene muchos riesgos, pero también puede ayudar a comprender los alcances y las limitaciones de cada una de éstas.
En lugar de parar, dejar de teclear y volver a la apatía, cada clic que se hace sobre un diminuto teclado acerca a los cubanos a una sociedad distinta: a una Isla inclusiva donde no sólo puedan navegar o twittear desde una conexión doméstica que no han pagado con la elevada moneda de la docilidad, sino también tener acceso a un micrófono, a una columna periodística o a un minuto frente a las cámaras de la televisión para decir sus opiniones. Mientras llega ese día, los trinos seguirán saliendo escasos, pero firmes; la creatividad hallará nuevos caminos para sacarlos de “la isla de los desconectados” hacia el ciberespacio.
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